sábado, 17 de noviembre de 2012

JOSE VASCONCELOS



jose vasconcelos



José Vasconcelos CalderónEnsayista, ideólogo y político mejicano, nacido en Oaxaca el 28 de febrero de 1882, que influyó notablemente en la definición de un iberoamericanismo basado en el mestizaje, a partir del cual se conformaría la raza cósmica, raza que estaría llamada, en no mucho tiempo, a ser depositaria del espíritu del mundo.
Empapado sin duda en las creencias alucinadas difundidas por Helena Petrovna Blavatsky y toda su corte de propagandistas teósofos [«las siete Razas de la Humanidad», «los siete Elementos Cósmicos», la Atlántida perdida habitada por la raza madre, la noble raza aria, el antidarwinismo, &c.] –ya al comienzo del nuevo siglo, escribe Vasconcelos I:436, «con pretensiones de investigador científico abordé el estudio de los fenómenos espíritas comenzando con Mesmer y rematando con Allan Kardek, cuyos libros consulté en la Biblioteca Nacional»–, contagiado también del mismo idealismo que había embriagado a Hegel y a Fichte, admirador de Nietzsche y de Schopenhauer («Schopenhauer, ¡cuánto debo a tu fuerte pensamiento!», exclama Vasconcelos), tras la derrota de Alemania en la Gran Guerra, en plenadecadencia de occidente spengleriana, supuso que el espíritu, que parecía se estaba cansando de actuar a través de la raza aria [aunque todavía faltaban los coletazos nazis...] se asentaría pronto en laquinta raza, la raza cósmica, una raza que habría de surgir de entre quienes venían celebrando desde 1913, en español y no en alemán, la Fiesta de la Raza.
Fue al parecer José Vasconcelos precisamente el inductor de que durante el régimen del presidente Alvaro Obregón adoptase México oficialmente esa celebración del doce de octubre. Nombrado en 1920 rector de la Universidad Nacional de México, antes de pasar a ocuparse al año siguiente de la Instrucción Pública de Méjico, propuso José Vasconcelos, y fue aceptado, el famoso lema que todavía identifica orgullosa a la UNAM, lema que expresa de manera contundente la absoluta confianza en laraza (cósmica) como portavoz del espíritu (del mundo): «Por mi raza hablará el espíritu». (La Universidad Nacional Autónoma de Durango, fundada en 1957, adoptó el mismo lema: «Por mi raza hablará el espíritu»; y como en 1995 la Universidad de Ciencias y Artes del Estado de Chiapas adoptó como lema: «Por la cultura de mi raza», cabría sospechar que el espíritu ya esté hablando a la razatravés de la cultura.) En las páginas oficiales de la Universidad Nacional Autónoma de México puedeleerse:
«Escudo de la UNAM. Durante su rectorado, José Vasconcelos dotó a la Universidad de su actual escudo en el cual el águila mexicana y el cóndor andino, cual ave bicéfala, protegen el despliegue del mapa de América Latina, desde la frontera norte de México hasta el Cabo de Hornos, plasmando la unificación de los iberoamericanos: 'Nuestro continente nuevo y antiguo, predestinado a contener una raza quinta, la raza cósmica, en la cual se fundirán las dispersas y se consumará la unidad.'
Lema de la UNAM. El lema que anima a la Universidad Nacional, Por mi raza hablará el espíritu,revela la vocación humanística con la que fue concebida. El autor de esta célebre frase, José Vasconcelos, asumió la rectoría en 1920, en una época en que las esperanzas de la Revolución aún estaban vivas, había una gran fe en la Patria y el ánimo redentor se extendía en el ambiente. Se 'significa en este lema la convicción de que la raza nuestra elaborará una cultura de tendencias nuevas, de esencia espiritual y libérrima', explicó el Maestro de América al presentar la propuesta. Más tarde, precisaría: 'Imaginé así el escudo universitario que presenté al Consejo, toscamente y con una leyenda: Por mi raza hablará el espíritu, pretendiendo significar que despertábamos de una larga noche de opresión.'
Himno de la UNAM. A través de la música, los propios universitarios han exaltado los valores y el orgullo de pertenecer a la Máxima Casa de Estudios. El Canto a la Universidad, escrito por Romeo Manrique de Lara y musicalizado por Manuel M. Bermejo, fue declarado himno oficial de la Universidad por el Rector Nabor Carrillo (1953-1961) y está escrito para ser cantado por un coro de maestros y alumnos: 'Universidad Universidad / Por mi raza el espíritu hablará / Por mi raza el espíritu hablará / (Maestros) / En el lema que adoptamos / Para nuestro laborar / El afán así expresamos: / Estudiar para enseñar / Somos los educadores / Nos anima el ideal / De encender los resplandores / Del camino sin fanal / Ser para los demás / Lo suyo a todos dar / Sabiendo para prever / Previniendo para obrar / (Alumnos) / En nosotros reside el anhelo / De alcanzar la verdad y el saber / Nuestras alas presienten el vuelo / De la ciencia, el amor y el deber / Que nos guíe la voz del maestro / A alcanzar el sublime ideal / Y un mañana de luz será nuestro / De la patria diadema triunfal / Universidad Universidad / Por mi raza el espíritu hablará / Por mi raza el espíritu hablará.» [agosto 2004]
José Vasconcelos Calderón en 1914En 1925 publicó las 'Notas de unos viajes a la América del Sur' (Brasil, Uruguay, Argentina y Chile) antecedidas por un prólogo que da nombre a uno de sus libros más difundidos e influyentes: La Raza Cósmica, misión de la raza iberoamericana (publicado inicialmente por la Agencia Mundial de Librería, en Madrid). Parte Vasconcelos de la pugna feroz desde los primeros tiempos del descubrimiento y la conquista entre castellanos y británicos, entre el español y el inglés, latinidad contra sajonismo. Los yanquis serán el último imperio de una sola raza: el imperio final del poderío blanco, y el destino llevará a la raza mixta que habita el continente iberoamericano «a convertirse en la primera raza síntesis del globo», la raza cósmica, «que llenará el planeta con los triunfos de la primera cultura verdaderamente universal, verdaderamente cósmica». La decadencia del imperio español se habría producido por «una serie de monarcas extranjeros necios de remate como Carlos V, el César de oropel; perversos y degenerados como Felipe II; imbéciles como los Carlos de los otros números, tan justicieramente pintados por Velázquez en compañía de enanos, bufones y cortesanos, consumaron el desastre de la administración colonial» (frase que en la reedición del libro en 1948 se modera un poco: «una serie de monarcas extranjeros, tan justicieramente pintados por Velázquez y Goya, en compañía de enanos, bufones y cortesanos, consumaron el desastre de la administración colonial»), y «la estupidez napoleónica fue causa de que la Luisiana se entregara a los ingleses del otro lado del mar, a los yanquis, con lo que se decidió en favor del sajón la suerte del Nuevo Mundo», «la tontería napoleónica no pudo sospechar que era en el Nuevo Mundo donde iba a decidirse el destino de las razas de Europa, y al destruir de la manera más inconsciente el poderío francés de la América debilitó también a los españoles; nos traicionó, nos puso a merced del enemigo común. Sin Napoleón no existirían los Estados Unidos como Imperio Mundial».
Pero la colonización española creó el mestizaje y «esto señala su carácter, fija su responsabilidad y define su porvenir». Las cuatro razas de las que habla: la Blanca, la Negra, la Amarilla y la Roja (que es la americana, procedente nada menos que de la Atlántida y extendida de manera todavía más fantástica, Wegener por medio, en increíbles anacronismos ante los que Vasconcelos ni se inmuta) se irán mezclando sabiamente hasta producir la raza cósmica, pues serán «las leyes de la emoción, la belleza y la alegría» las que determinen los cruces, «con un resultado infinitamente superior al de esa eugénica fundada en la razón científica, que nunca mira más que la porción menos importante del suceso amoroso. Por encima de la eugénica científica prevalecerá la eugénica misteriosa del gusto estético» (esperamos que el libro de Vasconcelos no esté traducido al chino: «...no es justo que pueblos como el chino, que bajo el santo consejo de la moral confuciana se multiplican como los ratones, vengan a degradar la condición humana, justamente en los instantes en que comenzamos a comprender que la inteligencia sirve para refrenar y regular bajos instintos zoológicos»). También chirrían hoy bastante las consideraciones de Vasconcelos sobre la raza negra:
«Los norteamericanos se mantienen muy firmes en su resolución de mantener pura su estirpe, pero eso depende de que tienen delante al negro, que es como el otro polo, como el contrario de los elementos que pueden mezclarse. En el mundo iberoamericano, el problema no se presenta con caracteres tan crudos; [25] tenemos poquísimos negros y la mayor parte de ellos se han ido transformando ya en poblaciones mulatas. El indio es buen puente de mestizaje. (...) Actualmente, en parte por hipocresía y en parte porque las uniones se verifican entre personas miserables dentro de un medio desventurado, vemos con profundo horror el casamiento de una negra con un blanco; no sentiríamos repugnancia alguna si se tratara del enlace de un Apolo negro con una Venus rubia, lo que prueba que todo lo santifica la belleza. En cambio, es repugnante mirar esas parejas de casados que salen a diario de los Juzgados o los templos, feas en una proporción, más o menos, del noventa por ciento de los contrayentes. El mundo está así lleno de fealdad a causa de nuestros vicios, nuestros prejuicios y nuestra miseria. (...) Los tipos bajos de la especie serán absorbidos por el tipo superior. De esta suerte podría redimirse, por ejemplo, el negro, y poco a poco, por extinción voluntaria, las estirpes más feas irán cediendo el paso a las más hermosas. Las razas inferiores, al educarse, se harían [31] menos prolíficas, y los mejores especímenes irán ascendiendo en una escala de mejoramiento étnico, cuyo tipo máximo no es precisamente el blanco, sino esa nueva raza, a la que el mismo blanco tendrá que aspirar con el objeto de conquistar la síntesis. El indio, por medio del injerto en la raza afín, daría el salto de los millares de años que median de la Atlántida a nuestra época, y en unas cuantas décadas de eugenesia estética podría desaparecer el negro junto con los tipos que el libre instinto de hermosura vaya señalando como fundamentalmente recesivos e indignos, por lo mismo, de perpetuación. Se operaría en esta forma una selección por el gusto, mucho más eficaz que la brutal selección darwiniana, que sólo es válida, si acaso, para las especies inferiores, pero ya no para el hombre.» (José Vasconcelos, La Raza Cósmica, 1925.)
Después de que el espíritu marcó el paso de la oca, sopló en los hornos crematorios y culminó su obra en la shoah, José Vasconcelos terminó por hacerse de la Orden Tercera de los franciscanos y anunció que repudiaba cuanto hubiese escrito en contra de las doctrinas católicas. Al parecer, incluso en 1952, en unas declaraciones a la prensa, llegó a afirmar que lo que él había querido decir es «Por mi raza hablará el Espíritu Santo» (creyendo, sin duda, que así arreglaba algo las cosas...).
Prólogo a la edición de 1948 de La Raza Cósmica. Misión de la raza iberoamericana
«La tesis central del presente libro que las distintas razas del mundo tienden a mezclarse cada vez más, hasta formar un nuevo tipo humano, compuesto con la selección de cada uno de los pueblos existentes. Se publicó por primera vez tal presagio en la época en que prevalecía en el mundo científico la doctrina darwinista de la selección natural que salva a los aptos, condena a los débiles; doctrina que, llevada al terreno social por Gobineau, dio origen a la teoría del ario puro, defendida por los ingleses, llevada a imposición aberrante por el nazismo.
Contra esta teoría surgieron en Francia biólogos como Leclerc du Sablon y Noüy, que interpretan la evolución en forma diversa del darwinismo, acaso opuesta al darwinismo. Por su parte, los hechos sociales de los últimos años, muy particularmente el fracaso de la última gran guerra, que a todos dejó disgustados, cuando no arruinados, han determinado una corriente de doctrinas más humanas. Y se da el caso de que aún darwinistas distinguidos viejos sostenedores del espencerianismo, que desdeñaban a las razas de color y a las mestizas, militan hoy en asociaciones internacionales que, como la Unesco, proclaman la necesidad de abolir toda discriminación racial y de educar a todos los hombres en la igualdad, lo que no es otra cosa que la vieja doctrina católica que afirmó la actitud del indio para los sacramentos y por lo mismo su derecho de casarse con blanca o con amarilla.
Vuelve, pues, la doctrina política reinante a reconocer la legitimidad de los mestizajes y con ello sienta las bases de una fusión interracial reconocida por el Derecho. Si a esto se añade que las comunicaciones modernas tienden a suprimir las barreras geográficas y que la educación generalizada contribuirá a elevar el nivel económico de todos los hombres, se comprenderá que lentamente irán desapareciendo los obstáculos para la fusión acelerada de las estirpes.
Las circunstancias actuales favorecen, en consecuencia, el desarrollo de las relaciones sexuales internacionales, lo que presta apoyo inesperado a la tesis que, a falta de nombre mejor, titulé: de la Raza Cósmica futura.
Queda, sin embargo, por averiguar si la mezcla ilimitada e inevitable es un hecho ventajoso para el incremento de la cultura o si, al contrario, ha de producir decadencias, que ahora ya no sólo serían nacionales, sino mundiales. Problema que revive la pregunta que se ha hecho a menudo el mestizo: "¿Puede compararse mi aportación a la cultura con la obra de las raza relativamente puras que han hecho la historia hasta nuestros días, los griegos, los romanos, los europeos?" Y dentro de cada pueblo, ¿cómo se comparan los periodos de mestizaje con los periodos de homogeneidad racial creadora?
A fin de no extendernos demasiado, nos limitaremos a observar algunos ejemplos.
Comenzando por la raza más antigua de la Historia, la de los egipcios, observaciones recientes han demostrado que fue la egipcia una civilización que avanzó de sur a norte, desde el Alto Nilo al Mediterráneo. Una raza bastante blanca y relativamente homogénea creo en torno de Luxor un primer gran imperio floreciente. Guerras y conquistas debilitaron aquel imperio y lo pusieron a merced de la penetración negra, pero el avance hacia el norte no se interrumpió. Sin embargo, durante una etapa de varios siglos, la decadencia de la cultura fue evidente. Se presume, entonces, que ya para la época del segundo imperio se había formado una raza nueva, mestiza, con caracteres mezclados de blanco y de negro, que es la que produce el segundo imperio, más avanzado y floreciente que el primero. La etapa en que se construyeron las pirámides, y en que la civilización egipcia alcanza su cumbre, es una etapa mestiza.
Los historiadores griegos están hoy de acuerdo en que la edad de oro de la cultura helénica aparece como el resultado de una mezcla de razas, en la cual, sin embargo, no se presenta el contraste del negro y el blanco, sino que más bien se trata de una mezcla de razas de color claro. Sin embargo, hubo mezcla de linajes y de corrientes.
La civilización griega decae al extenderse el Imperio con Alejandro y esto facilita la conquista romana. En las tropas de Julio César ya se advierte el nuevo mestizaje romano de galos, españoles, británicos y aun germanos, que colaboran en las hazañas del Imperio y convierten a Roma en centro cosmopolita. Sabido es que hubo emperadores de sangre hispano-romana. De todas maneras, los contrastes no eran violentos, ya que la mezcla en lo esencial era de razas europeas.
Las invasiones de los bárbaros, al mezclarse con los aborígenes, galos, hispanos, celtas, toscanos, producen las nacionalidades europeas, que han sido la fuente de la cultura moderna.
Pasando al Nuevo Mundo, vemos que la poderosa nación estadounidense no has sido otra cosa que crisol de razas europeas. Los negros, en realidad, se han mantenido aparte en lo que hace a la creación del poderío, sin que deje de tener importancia la penetración espiritual que han consumado a través de la música, el baile y no pocos aspectos de las sensibilidad artística.
Después de los Estados Unidos, la nación de más vigoroso empuje es la República Argentina, en donde se repite el caso de una mezcla de razas afines, todas de origen europeo, con predominio de tipo mediterráneo; el revés de los Estados Unidos, en donde predomina el nórdico.
Resulta entonces fácil afirmar que es fecunda la mezcla de los linajes similares y que es dudosa la mezcla de tipos muy distantes, según ocurrió en el trato de españoles y de indígenas americanos. El atraso de los pueblos hispanoamericanos, donde predomina el elemento indígena, es difícil de explicar, como no sea remontándonos al primer ejemplo citado de la civilización egipcia. Sucede que el mestizaje de factores muy disímiles tarda mucho tiempo en plasmar. Entre nosotros, el mestizaje se suspendió antes de que acabase de estar formado el tipo racial, con motivo de la exclusión de los españoles, decretada con posterioridad a la independencia. En pueblos como Ecuador o el Perú, la pobreza del terreno, además de los motivos políticos, contuvo la inmigración española.
En todo caso, la conclusión más optimista que se puede derivar de los hechos observados es que aun los mestizajes más contradictorios pueden resolverse benéficamente siempre que el factor espiritual contribuya a levantarlos. En efecto, la decadencia de los pueblos asiáticos es atribuible a su aislamiento, pero también, y sin duda, en primer término, al hecho de que no han sido cristianizados. Una religión como la cristiana hizo avanzar a los indios americanos, en pocas centuria, desde el canibalismo hasta la relativa civilización.»
José VasconcelosJosé Vasconcelos Calderón nació en Oaxaca el 28 de febrero de 1882. Estudio la carrera de Derecho en la Universidad Nacional, y obtuvo el título de abogado en 1907. En 1908 se unió al movimiento revolucionario de Francisco I. Madero, opuesto a la dictadura del general Porfirio Díaz. Presidió el Ateneo de México (1909) y participó en el movimiento revolucionario. Escritor prolífico, en la primera parte de su vida cultivó el ensayo histórico y filosófico. Tras pasar algunos años en el exilio, al triunfar la revolución mexicana fue nombrado Rector de la Universidad Nacional (del 9 de junio de 1920 al 12 de octubre de 1921). Entre 1921 y 1924 ocupó el cargo de Secretario de Educación del Gobierno Federal: organizó el ministerio en tres departamentos: Escolar, de Bellas Artes y de Bibliotecas y Archivos; mejoró la Biblioteca Nacional y creo varios repositorios bibliográficos populares; editó una serie de clásicos de la literatura universal, la revista el El Maestro y el semanario La Antorcha; invitó a trabajar en el país a los educadores Gabriela Mistral y Pedro Henríquez Ureña; impulsó la escuela y las misiones rurales, y promovió la pintura mural. En 1924 paso a la oposición y presentó su candidatura a la gubernatura del Estado de Oaxaca, donde resultó derrotado, marchando a vivir fuera de México. Volvió a México en noviembre de 1928 y, al año siguiente, lanzó su candidatura a la Presidencia de la República, con el apoyo de toda una generación de estudiantes. Derrotado en las elecciones, volvió a exiliarse. En ambos procesos fue víctima de las peculiares prácticas democráticas mejicanas. Después de las elecciones presidenciales de 1929, redactó y publicó cuatro libros que son su crónica autobiográfica: Ulises Criollo, La tormenta, El Proconsulado y La Flama. Volvió a marchar de México, donde regresó en 1940 para dirigir la Biblioteca Nacional. Ingresó en el Colegio de México el 8 de abril de 1943 como miembro fundador. En 1953 fue elegido miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua (silla V). Falleció en la ciudad de México el 30 de junio de 1959.
«Vasconcelos es hoy en día la figura de mayor relevancia intelectual en Hispanoamérica. El conde Hermann de Keyserling afirma, en sus Meditaciones Suramericanas, que 'José Vasconcelos es el ideólogo más original que hasta hoy ha habido en la América del Sur' (pág. 231, Meditaciones Suramericanas, traducción española, Madrid 1933). Y páginas adelante, en el capítulo que consagra a la 'Delicadeza', nos asegura: 'En América del Sur pueden encontrarse ya los primeros elementos de una concepción del mundo autóctona y original. Reposa sobre el concepto de delicadeza. El argentino Leopoldo Lugones postula para su país una cultura de la belleza semejante en estilo a la antigua... Pero el pensador más representativo es el mexicano José Vasconcelos.'
En algún lugar de la América del Sur, un buen día le llamaron a Vasconcelos 'el Maestro de las juventudes de América'. Y es lo cierto que adondequiera que vaya –en sus frecuentes viajes por los países iberoamericanos– hay siempre un puñado de estudiantes que esperan a su maestro, en la estación ferroviaria o en el aeropuerto, ansiosos de escuchar de sus labios una nueva idea o una palabra de estímulo.
No he conocido hombre que le importen menos las distinciones académicas. Las universidades de Chile, Puerto Rico, Salvador, Guatemala y México le han conferido el grado de doctor en filosofía «honoris causa». Es miembro del Colegio Nacional y académico de la Academia Mexicana de la Lengua y de la Real Academia Española de la Lengua. España le ha otorgado sus más altas condecoraciones. Estados Unidos le ha llamado, con frecuencia, para que dicte conferencias en sus principales universidades. Pero Vasconcelos desprecia el éxito. Cuando éramos estudiantes nos aprendimos, de una de sus más célebres conferencias, aquel fragmento: 'El éxito es estéril y mediocre, se acomoda con el instante, muere con él, no suscita ni anhelos ni virtudes. Lo que se trunca por alzarse demasiado, conserva vigor en las raíces para recomenzar el asalto de la altura...'
En materia de Sociología, la teoría vasconceliana de 'La Raza Cósmica' se ha visto confirmada en las obras de Toynbee, que advierte en la historia un proceso hacia la heterogeneidad y mezcla de todas las razas. Vasconcelos insiste en que a la larga vendrá la unificación de la especie, con aumento de sus potencias si logra aprovechar las virtudes de los componentes.
En Filosofía, José Vasconcelos reclama el derecho a que se juzguen como originales suyas las tesis siguientes:
a) La teoría del Apriori Estético, en la cual se afirma que el fenómeno de la belleza obedece a formas específicas, que son: el Ritmo, la Melodía, la Armonía y el Contrapunto, formas independientes totalmente de las formas lógicas aristotélicas.
b) La teoría de la coordinación mental que liga conjuntos heterogéneos. Cuando pensamos en un objeto, por ejemplo, ponemos en un sector de la mente lo que nos dice del objeto la Física, lo que nos dice la Química, lo que nos dice la Literatura, y así la labor del filósofo va a consistir en coordinar todas esas esferas del conocimiento, para lograr algo que ya no es 'Logos', sino Armonía. La verdad, en consecuencia, ya no es la reducción de lo particular a lo general –piensa nuestro filósofo–, sino el secreto de la coordinación de valores irreducibles uno al otro, pero que se ligan por la vida y la acción, dando por resultado una existencia como armonía.
c) En su ensayo titulado 'La Sinfonía como forma literaria', Vasconcelos lanzó por primera vez la tesis de que el arte supone la combinación de elementos heterogéneos que se coordinan en forma no intelectual, sino en forma armónica y estética, a efecto de producir efectos de conjunto, que son perfectamente inteligibles y además sensibles y que no tienen nada que ver con las conclusiones lógicas de la mente. Esta tesis coincide con las ideas sobre la belleza del poeta Elliot, en sus Cuartetos, escritas, como diez años después, según lo ha hecho notar el filósofo norteamericano Philip Wheelwright.
En la obra escrita de José Vasconcelos hay un semillero de ideas geniales que, mediante un apropiado cultivo, pueden tener un desarrollo fecundo. Vasconcelos puede salvarse, para la posteridad, en antología. Y aún no se ha hecho una verdadera antología de la obra filosófica de nuestro pensador.
¿Por qué Vasconcelos, a diferencia de tantos otros filósofos, ha logrado enardecer a las juventudes en fervor hacia él? Porque ha amado, sin transigir, lo bello y lo valioso; porque ha preferido la Verdad antes que la paz...
Estemos o no estemos de acuerdo con muchos actos de su vida, no caigamos en el mezquino vicio de restar méritos a ese su arte de ser fiel a sí mismo; fidelidad heroica que no ha podido ser aprisionada por el público. Esa pasión, ese calor y esa vida que ha sabido poner en sus libros, subsistirán mucho tiempo después que se hayan perdido en el olvido los nombres de sus detractores.
Filósofo de alma ardiente y luchador activo en la calle, ha concluido por abrirse a lo sobrenatural para evadirse de esta paradoja: ser más que hombre sin dejar de ser hombre. Su itinerario no ha transcurrido en vano. La esperanza –aventura en curso– penetra a través del tiempo y funda su vida.» (Agustín Basave Fernández del Valle, La filosofía de José Vasconcelos, el hombre y su sistema, Ediciones Cultura Hispánica, Madrid 1958, páginas 451-454.)
«Filósofo, educador, político, escritor... José Vasconcelos debe ser considerado uno de los hombres más interesantes, completos y, por ende, controvertidos en la historia de México. Su proyecto educativo, su nacionalismo, su impulso al movimiento muralista y sus teorías sobre el mestizaje cuando estuvo a cargo de la Secretaría de Educación entre 1922 y 1924 lo hicieron, sin duda, una de las figuras más influyentes del México moderno. Pero a la vez, Vasconcelos ha sido condenado por el pensamiento elitista y ultraconservador que lo caracterizó durante los últimos años de su vida, por lo que comúnmente se la ha acusado de egoísta y contradictorio. La literatura sobre Vasconcelos es abundante: revistas de historia, literatura, filosofía y política han publicado un sinnúmero de artículos sobre diferentes aspectos de la vida y obra de quien fuera rector de la Universidad Nacional y creador de la Secretaría de Educación. De hecho, el primer problema que enfrenta el historiador, en el caso de Vasconcelos, es cómo seleccionar y catalogar el material de entre la miríada de libros, artículos y ensayos relacionados con los diferentes aspectos de su vida y de su obra que, sin embargo, han tratado con muy poco equilibrio las diferentes etapas de su vida. Si existen ya cientos de páginas que hablan sobre su campaña presidencial en 1929, sólo se pueden encontrar un par de menciones, aquí y allá, sobre su campaña para gobernador de Oaxaca en 1924. Hay docenas de volúmenes que se refieren a su autobiografía, pero sólo un par de artículos que analizan sus inclinaciones nazis y su participación en la revista Timón.» (Luis Barrón, «¡Es un gran libro ese de Ulises!», reseña de la edición crítica de Ulises Criollo, FCE, México 2000.)

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