sábado, 10 de noviembre de 2012

cetecismo para uso del pueblo


Catecismo del pueblo



CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

MOTU PROPRIO PARA LA APROBACIÓN Y PUBLICACIÓN DEL COMPRENDIÓ DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

A los Venerables Hermanos Cardenales, Patriarcas, Arzobispos, Obispos,Presbíteros,Diáconos y a todos los Miembros del Pueblo de Dios.
Hace ya veinte años se iniciaba la preparación del Catecismo de la Iglesia Católica, a petición de la Asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos, celebrada con ocasión del vigésimo aniversario de la clausura del Concilio Ecuménico Vaticano II.
Agradezco infinitamente a Dios Nuestro Señor el haber dado a la Iglesia este Catecismo,promulgado en 1992 por mi venerado y amado Predecesor, el Papa Juan Pablo II.
La gran utilidad y valor de este don han sido confirmados, ante todo, por la positiva y amplia acogida que el Catecismo ha tenido entre los obispos, a quienes se dirigía en primer lugar, como texto de referencia segura y auténtica para la enseñanza de la doctrina católica y, en particular, para la elaboración de catecismos locales. Pero una ulterior confirmación ha venido de la favorable y gran acogida dispensada al mismo por todos los sectores del Pueblo de Dios, que lo han podido conocer y apreciar en las más de cincuenta lenguas a
las que, hasta el momento, ha sido traducido. Ahora, con gran gozo, apruebo y promulgo el Compendio de este Catecismo.Dicho Compendio había sido vivamente deseado por los participantes al Congreso Catequético Internacional de octubre de 2002, que se hacían así intérpretes de unaexigencia muy extendida en la Iglesia. Acogiendo este deseo, mi difunto Predecesor decidió su preparación en febrero de 2003, confiando la redacción del mismo a una restringida Comisión de Cardenales, presidida por mí y ayudada por un grupo de expertos colaboradores. Durante el desarrollo de los trabajos, el proyecto de este Compendio fue sometido al juicio de los Eminentísimos Cardenales y los Presidentes de las Conferencias
Episcopales, que en su inmensa mayoría lo han acogido y valorado favorablemente.
El Compendio, que ahora presento a la Iglesia Universal, es una síntesis fiel y segura del Catecismo de la Iglesia Católica. Contiene, de modo conciso, todos los elementos esenciales y fundamentales de la fe de la Iglesia, de manera tal que constituye, como deseaba mi Predecesor, una especie de vademécum, a través del cual las personas, creyentes o no, pueden abarcar con una sola mirada de conjunto el panorama completo de la fe católica.
El Compendio refleja fielmente, en su estructura, contenidos y lenguaje, el Catecismo de la Iglesia Católica, que podrá ser mejor conocido y comprendido gracias a la ayuda y estímulo de esta síntesis.
Entrego, por tanto, con confianza este Compendio, ante todo a la Iglesia entera y a cada cristiano en particular, para que, por medio de él, cada cual pueda encontrar, en este tercer milenio, nuevo impulso para renovar el compromiso de evangelización y educación de la fe que debe caracterizar a toda comunidad eclesial y a cada creyente en Cristo de cualquier edad y nación.
Pero este Compendio, por su brevedad, claridad e integridad, se dirige asimismo a todapersona que, viviendo en un mundo dispersivo y lleno de los más variados mensajes, quiera conocer el Camino de la Vida y la Verdad, entregado por Dios a la Iglesia de su Hijo.
Leyendo este valioso instrumento que es el Compendio, gracias especialmente a la intercesión de María Santísima, Madre de Cristo y de la Iglesia, puedan todos reconocer y acoger cada vez mejor la inagotable belleza, unicidad y actualidad del Don por excelencia que Dios ha hecho a la humanidad: Su Hijo único, Jesucristo, que es “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6).
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 28 de Junio de 2005, víspera de la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, año primero de mi Pontificado.
BENEDICTUS PP. XVI
INTRODUCCIÓN
1. El 11 de Octubre de 1992, el Papa Juan Pablo II entregaba a los fieles de todo el mundo el Catecismo de la Iglesia Católica, presentándolo como “texto de referencia”[1] para una catequesis renovada en las fuentes vivas de la fe. A treinta años de la apertura del Concilio Vaticano II (1962-1965), se cumplía de este modo felizmente el deseo expresado en 1985 por la Asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos de que se compusiera un catecismo de toda la doctrina católica, tanto de la fe como de la moral. Cinco años después, el 15 de Agosto de 1997, al promulgar la editio typica del Catechismus Ecclesiae Catholicae, el Sumo Pontífice confirmaba la finalidad fundamental de la obra: “Presentarse como una exposición completa e íntegra de la doctrina católica, que permite que todos conozcan lo que la Iglesia misma profesa, celebra, vive y ora en su vida diaria”.[2]
2. En orden a un mayor aprovechamiento de los valores del Catecismo y para responder a la petición del Congreso Catequético Internacional de 2002, Juan Pablo II instituía en 2003 una Comisión especial, presidida por mí, como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, con el encargo de elaborar un Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, que recogiera una formulación más sintética de los mismos contenidos de la fe.
Tras dos años de trabajo se preparó un proyecto de compendio, que fue enviado a consulta a los Cardenales y a los Presidentes de las Conferencias Episcopales. El proyecto, en su conjunto, obtuvo una valoración positiva por parte de la absoluta mayoría de cuantos respondieron. La Comisión, por tanto, procedió a la revisión del mencionado proyecto y, teniendo en cuenta las propuestas de mejora recibidas, redactó el texto final de la obra.
3. Tres son las características principales del Compendio: la estrecha dependencia delCatecismo de la Iglesia Católica, el estilo dialogal y el uso de imágenes en la catequesis.Ante todo, el Compendio no es una obra autónoma ni pretende de ningún modo sustituir alCatecismo de la Iglesia Católica: más bien remite a él constantemente, tanto con la puntual indicación de los números de referencia como con el continuo llamamiento a su estructura, desarrollo y contenidos. El Compendio, además, pretende despertar un renovado interés y aprecio por el Catecismo, que, con su sabiduría expositiva y unción espiritual, continua siendo el texto de base de la catequesis eclesial de hoy.
Como el Catecismo, también el Compendio se articula en cuatro partes, correspondientes a las leyes fundamentales de la vida en Cristo.
La primera parte, titulada “La profesión de la fe”, contiene una oportuna síntesis de la lex credendi, es decir, de la fe profesada por la Iglesia Católica, tomada del Símbolo Apostólico, ulteriormente explicitado y detallado por el Símbolo Niceno-
Constantinopolitano, cuya constante proclamación en la asamblea cristiana mantiene viva la memoria de las principales verdades de la fe.
La segunda parte, titulada “La celebración del misterio cristiano”, presenta los elementos esenciales de la lex celebrandi. El anuncio del Evangelio encuentra, efectivamente, su respuesta privilegiada en la vida sacramental. En ella los fieles experimentan y dan testimonio en cada momento de su existencia, de la eficacia salvífica del misterio pascual, por medio del cual Cristo ha consumado la obra de nuestra redención.
La tercera parte, titulada “La vida en Cristo”, presenta la lex vivendi, es decir, el
compromiso que tienen los bautizados de manifestar en sus comportamientos y en sus decisiones éticas la fidelidad a la fe profesada y celebrada. Los fieles, en efecto, están llamados por el Señor Jesús a realizar las obras que se corresponden con su dignidad de hijos del Padre en la caridad del Espíritu Santo.
La cuarta parte, titulada “La oración cristiana”, ofrece una síntesis de la lex orandi, es decir, de la vida de oración. A ejemplo de Jesús, modelo perfecto de orante, también el cristiano está llamado al diálogo con Dios en la oración, de la que es expresión privilegiada el Padre Nuestro, la oración que nos enseñó el mismo Jesús.
4. Una segunda característica del Compendio es su forma dialogal, que recupera un antiguo género catequético basado en preguntas y respuestas. Se trata de volver a proponer un diálogo ideal entre el maestro y el discípulo, mediante una apremiante secuencia de preguntas, que implican al lector, invitándole a proseguir en el descubrimiento de aspectos siempre nuevos de la verdad de su fe. Este género ayuda también a abreviar notablemente el texto, reduciéndolo a lo esencial, y favoreciendo de este modo la asimilación y eventual memorización de los contenidos.
5. Una tercera característica es la presencia de algunas imágenes, que acompañan a la articulación del Compendio. Provienen del riquísimo patrimonio de la iconografía cristiana. De la secular tradición conciliar aprendemos que también la imagen es predicación evangélica. Los artistas de todos los tiempos han ofrecido, para contemplación y asombro de los fieles, los hechos más sobresalientes del misterio de la salvación, presentándolo en el esplendor del color y la perfección de la belleza. Es éste un indicio de cómo hoy más que nunca, en la civilización de la imagen, la imagen sagrada puede expresar mucho más
que la misma palabra, dada la gran eficacia de su dinamismo de comunicación y de transmisión del mensaje evangélico.
6. Cuarenta años después de la conclusión del Concilio Vaticano II y en el año de la Eucaristía, el Compendio puede constituir un ulterior instrumento para satisfacer tanto el hambre de verdad de los fieles de toda edad y condición, como la necesidad de todos aquellos que, sin serlo, tienen sed de verdad y de justicia. Su publicación tendrá lugar en la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia universal y evangelizadores ejemplares en el mundo antiguo. Estos apóstoles vieron lo que predicaron, y dieron testimonio de la verdad de Cristo hasta el martirio. Imitémosles en su impulso misionero, y roguemos al Señor para que la Iglesia siga siempre las enseñanzas de los Apóstoles, de quienes ha recibido el primer anuncio gozoso de la fe. Domingo de Ramos, 20 de marzo de 2005.

PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE
PRIMERA SECCIÓN
“CREO” – “CREEMOS”
1. ¿Cuál es el designio de Dios para el hombre? (1-25)
Dios, infinitamente perfecto y bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para hacerle partícipe de su vida bienaventurada. En la plenitud de los tiempos, Dios Padre envió a su Hijo como Redentor y Salvador de los hombres caídos en el pecado, convocándolos en su Iglesia, y haciéndolos hijos suyos de adopción por obra del Espíritu Santo y herederos de su eterna bienaventuranza.
CAPÍTULO PRIMERO
EL HOMBRE ES “CAPAZ” DE DIOS
Tú eres grande, Señor, y muy digno de alabanza (…). Nos has hecho para ti
y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en ti” (San Agustín)
(30)
2. ¿Por qué late en el hombre el deseo de Dios? (27-30; 44-45)
Dios mismo, al crear al hombre a su propia imagen, inscribió en el corazón de éste el  deseo de verlo. Aunque el hombre a menudo ignore tal deseo, Dios no cesa de atraerlo hacia sí, para que viva y encuentre en Él aquella plenitud de verdad y felicidad a la que aspira sin descanso. En consecuencia, el hombre, por naturaleza y vocación, es un ser esencialmente religioso, capaz de entrar en comunión con Dios. Esta íntima y vital relación con Dios otorga al hombre su dignidad fundamental.
3. ¿Cómo se puede conocer a Dios con la sola luz de la razón? (31-36; 46-47)
A partir de la Creación, esto es, del mundo y de la persona humana, el hombre, con la sola razón, puede con certeza conocer a Dios como origen y fin del universo y como sumo bien, verdad y belleza infinita.
4. ¿Basta la sola luz de la razón para conocer el misterio de Dios? (37-38)
Para conocer a Dios con la sola luz de la razón, el hombre encuentra muchas dificultades. Además no puede entrar por sí mismo en la intimidad del misterio divino. Por ello, Dios ha querido iluminarlo con su Revelación, no sólo acerca de las verdades que superan la comprensión humana, sino también sobre verdades religiosas y morales, que, aun siendo de por sí accesibles a la razón, de esta manera pueden ser conocidas por todos sin dificultad, con firme certeza y sin mezcla de error.
5. ¿Cómo se puede hablar de Dios? (39-43; 48-49)
Se puede hablar de Dios a todos y con todos, partiendo de las perfecciones del hombre y las demás criaturas, las cuales son un reflejo, si bien limitado, de la infinita perfección de Dios. Sin embargo, es necesario purificar continuamente nuestro lenguaje de todo lo que tiene de fantasioso e imperfecto, sabiendo bien que nunca podrá expresarplenamente el infinito misterio de Dios.
CAPÍTULO SEGUNDO
DIOS VIENE AL ENCUENTRO DEL HOMBRE
LA REVELACIÓN DE DIOS
6. ¿Qué revela Dios al hombre? (50-53; 68-69)
Dios, en su bondad y sabiduría, se revela al hombre. Por medio de acontecimientos y palabras, se revela a sí mismo y el designio de benevolencia que él mismo ha preestablecido desde la eternidad en Cristo en favor de los hombres. Este designio consiste en hacer partícipes de la vida divina a todos los hombres, mediante la gracia del Espíritu Santo, para hacer de ellos hijos adoptivos en su Hijo Unigénito.
7. ¿Cuáles son las primeras etapas de la Revelación de Dios? (54-58; 70-71)
Desde el principio, Dios se manifiesta a Adán y Eva, nuestros primeros padres, y les invita a una íntima comunión con Él. Después de la caída, Dios no interrumpe su revelación, y les promete la salvación para toda su descendencia. Después del diluvio, establece con Noé una alianza que abraza a todos los seres vivientes.
8. ¿Cuáles son las sucesivas etapas de la Revelación de Dios? (59-64; 72)
Dios escogió a Abram llamándolo a abandonar su tierra para hacer de él “el padre de una multitud de naciones” (Gn 17, 5), y prometiéndole bendecir en él a “todas las naciones de la tierra” (Gn 12,3). Los descendientes de Abraham serán los depositarios de las promesas divinas hechas a los patriarcas. Dios forma a Israel como su pueblo elegido, salvándolo de la esclavitud de Egipto, establece con él la Alianza del Sinaí, y le da su Ley por medio de Moisés. Los Profetas anuncian una radical redención del pueblo y una salvación que abrazará a todas las naciones en una Alianza nueva y eterna. Del pueblo de Israel, de la estirpe del rey David, nacerá el Mesías: Jesús.
9. ¿Cuál es la plena y definitiva etapa de la Revelación de Dios? (65-66; 73)
La plena y definitiva etapa de la Revelación de Dios es la que Él mismo llevó a cabo en su Verbo encarnado, Jesucristo, mediador y plenitud de la Revelación. En cuanto Hijo Unigénito de Dios hecho hombre, Él es la Palabra perfecta y definitiva del Padre. Con la venida del Hijo y el don del Espíritu, la Revelación ya se ha cumplido plenamente, aunque la fe de la Iglesia deberá comprender gradualmente todo su alcance a lo largo de los siglos. “Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no iene más que hablar” (San Juan de la Cruz)
10. ¿Qué valor tienen las revelaciones privadas? (67)
Aunque no pertenecen al depósito de la fe, las revelaciones privadas pueden ayudar a vivir la misma fe, si mantienen su íntima orientación a Cristo. El Magisterio de la Iglesia, al que corresponde el discernimiento de tales revelaciones, no puede aceptar, por tanto,aquellas “revelaciones” que pretendan superar o corregir la Revelación definitiva, que es Cristo.
LA TRANSMISIÓN DE LA DIVINA REVELACIÓN
11. ¿Por qué y de qué modo se transmite la divina Revelación? (74)
Dios “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1
Tim 2, 4), es decir, de Jesucristo. Es preciso, pues, que Cristo sea anunciado a todos los hombres, según su propio mandato: “Id y haced discípulos de todos los pueblos” (Mt 28, 19). Esto se lleva a cabo mediante la Tradición Apostólica.
12. ¿Qué es la Tradición Apostólica? (75-79; 83; 96.98)
La Tradición Apostólica es la transmisión del mensaje de Cristo llevada a cabo, desde los comienzos del cristianismo, por la predicación, el testimonio, las instituciones, el culto ylos escritos inspirados. Los Apóstoles transmitieron a sus sucesores, los obispos y, a través de éstos, a todas las generaciones hasta el fin de los tiempos todo lo que habían recibido de Cristo y aprendido del Espíritu Santo.
13. ¿De qué modo se realiza la Tradición Apostólica? (76)
La Tradición Apostólica se realiza de dos modos: con la transmisión viva de la Palabra de Dios (también llamada simplemente Tradición) y con la Sagrada Escritura, que es el mismonanuncio de la salvación puesto por escrito.
14. ¿Qué relación existe entre Tradición y Sagrada Escritura? (80-82; 97)
La Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente unidas y compenetradas entre sí. Enefecto, ambas hacen presente y fecundo en la Iglesia el Misterio de Cristo, y surgen de la misma fuente divina: constituyen un solo sagrado depósito de la fe, del cual la Iglesia saca su propia certeza sobre todas las cosas reveladas.
15. ¿A quién ha sido confiado el depósito de la fe? (84.91; 94.99)
El depósito de la fe ha sido confiado por los Apóstoles a toda la Iglesia. Todo el Pueblo de Dios, con el sentido sobrenatural de la fe, sostenido por el Espíritu Santo y guiado por el Magisterio de la Iglesia, acoge la Revelación divina, la comprende cada vez mejor, y la aplica a la vida.
16. ¿A quién corresponde interpretar auténticamente el depósito de la fe? (85-90; 100)
La interpretación auténtica del depósito de la fe corresponde sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, es decir, al Sucesor de Pedro, el Obispo de Roma, y a los obispos en comunión con él. Al Magisterio, el cual, en el servicio de la Palabra de Dios, goza del carisma cierto de la verdad, compete también definir los dogmas, que son formulaciones de las verdades contenidas en la divina Revelación; dicha autoridad se extiende también a las verdades necesariamente relacionadas con la Revelación.
17. ¿Qué relación existe entre Escritura, Tradición y Magisterio? (95)
Escritura, Tradición y Magisterio están tan estrechamente unidos entre sí, que ninguno de ellos existe sin los otros. Juntos, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente, cada uno a su modo, a la salvación de los hombres.
LA SAGRADA ESCRITURA
18. ¿Por qué decimos que la Sagrada Escritura enseña la verdad? (105-108; 135-136)
Decimos que la Sagrada Escritura enseña la verdad porque Dios mismo es su autor: por eso afirmamos que está inspirada y enseña sin error las verdades necesarias para nuestra salvación. El Espíritu Santo ha inspirado, en efecto, a los autores humanos de la Sagrada Escritura, los cuales han escrito lo que el Espíritu ha querido enseñarnos. La fe cristiana, sin embargo, no es una “religión del libro”, sino de la Palabra de Dios, que no es “una palabra escrita y muda, sino el Verbo encarnado y vivo” (San Bernardo de Claraval).
19. ¿Cómo se debe leer la Sagrada Escritura? (109-119; 137)
La Sagrada Escritura debe ser leída e interpretada con la ayuda del Espíritu Santo y bajo la guía del Magisterio de la Iglesia, según tres criterios: 1) atención al contenido y a la unidad de toda la Escritura; 2) lectura de la Escritura en la Tradición viva de la Iglesia; 3) respeto de la analogía de la fe, es decir, de la cohesión entre las verdades de la fe.
20. ¿Qué es el canon de las Escrituras? (120; 138)
El canon de las Escrituras es el elenco completo de todos los escritos que la Tradición Apostólica ha hecho discernir a la Iglesia como sagrados. Tal canon comprende cuarenta y seis escritos del Antiguo Testamento y veintisiete del Nuevo.
21. ¿Qué importancia tiene el Antiguo Testamento para los cristianos? (121-123)
Los cristianos veneran el Antiguo Testamento como verdadera Palabra de Dios: todos sus libros están divinamente inspirados y conservan un valor permanente, dan testimonio de la pedagogía divina del amor salvífico de Dios, y han sido escritos sobre todo para preparar la venida de Cristo Salvador del mundo.
22. ¿Qué importancia tiene el Nuevo Testamento para los cristianos? (124-127; 139)
El Nuevo Testamento, cuyo centro es Jesucristo, nos transmite la verdad definitiva de la Revelación divina. En él, los cuatro Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, siendo el principal testimonio de la vida y doctrina de Jesús, constituyen el corazón de todas las Escrituras y ocupan un puesto único en la Iglesia.
23. ¿Qué unidad existe entre el Antiguo y el Nuevo Testamento? (128-130; 140)
La Escritura es una porque es única la Palabra de Dios, único el proyecto salvífico de Dios y única la inspiración divina de ambos Testamentos. El Antiguo Testamento prepara el Nuevo, mientras que éste da cumplimiento al Antiguo: ambos se iluminan recíprocamente.
24. ¿Qué función tiene la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia? (131-133; 141-142)
La Sagrada Escritura proporciona apoyo y vigor a la vida de la Iglesia. Para sus hijos, es firmeza de la fe, alimento y manantial de vida espiritual. Es el alma de la teología y de la predicación pastoral. Dice el Salmista: “lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero” (Sal 119, 105). Por esto la Iglesia exhorta a la lectura frecuente de la Sagrada Escritura, pues “desconocer la Escritura es desconocer a Cristo” (San Jerónimo).
LA RESPUESTA DEL HOMBRE A DIOS
CREO
25. ¿Cómo responde el hombre a Dios que se revela? (142-143)
El hombre, sostenido por la gracia divina, responde a la Revelación de Dios con la
obediencia de la fe, que consiste en fiarse plenamente de Dios y acoger su Verdad, encuanto garantizada por Él, que es la Verdad misma.
26. ¿Cuáles son en la Sagrada Escritura los principales modelos de obediencia en la fe?
(144-149)
Son muchos los modelos de obediencia en la fe en la Sagrada Escritura, pero destacan dos particularmente: Abraham, que, sometido a prueba, “tuvo fe en Dios” (Rm 4, 3) y siempre obedeció a su llamada; por esto se convirtió en “padre de todos los creyentes” (Rm 4,11.18). Y la Virgen María, quien ha realizado del modo más perfecto, durante toda su vida, la obediencia en la fe: “Fiat mihi secundum Verbum tuum – hágase en mi según tu palabra” (Lc 1, 38).
27. En la práctica ¿qué significa para el hombre creer en Dios? (150-152; 176-178)
Creer en Dios significa para el hombre adherirse a Dios mismo, confiando plenamente en Él y dando pleno asentimiento a todas las verdades por Él reveladas, porque Dios es la Verdad. Significa creer en un solo Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
28. ¿Cuáles son las características de la fe? (153-165; 179-180; 183-184)
La fe, don gratuito de Dios, accesible a cuantos la piden humildemente, es la virtud
sobrenatural necesaria para salvarse. El acto de fe es un acto humano, es decir un acto de la inteligencia del hombre, el cual, bajo el impulso de la voluntad movida por Dios, asiente libremente a la verdad divina. Además, la fe es cierta porque se fundamenta sobre la Palabra de Dios; “actúa por medio de la caridad” (Ga 5,6); y está en continuo crecimiento, gracias, particularmente, a la escucha de la Palabra de Dios y a la oración. Ella nos hace pregustar desde ahora el gozo del cielo.
29. ¿Por qué afirmamos que no hay contradicción entre la fe y la ciencia? (159)
Aunque la fe supera a la razón, no puede nunca haber contradicción entre la fe y la ciencia, ya que ambas tienen su origen en Dios. Es Dios mismo quien da al hombre tanto la luz de la razón como la fe. “Cree para comprender y comprende para creer” (San Agustín)
CREEMOS
30. ¿Por qué la fe es un acto personal y al mismo tiempo eclesial? (166-169; 181)
La fe es un acto personal en cuanto es respuesta libre del hombre a Dios que se revela. Pero, al mismo tiempo, es un acto eclesial, que se manifiesta en la expresión “creemos”, porque, efectivamente, es la Iglesia quien cree, de tal modo que Ella, con la gracia del Espíritu Santo, precede, engendra y alimenta la fe de cada uno: por esto la Iglesia es Madre y Maestra.“Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre”(San Cipriano)
31. ¿Por qué son importantes las fórmulas de la fe? (170-171)
Las fórmulas de la fe son importantes porque nos permiten expresar, asimilar, celebrar y
compartir con los demás las verdades de la fe, utilizando un lenguaje común.
32. ¿En qué sentido la fe de la Iglesia es una sola? (172-175; 182)
La Iglesia, aunque formada por personas diversas por razón de lengua, cultura y ritos, profesa con voz unánime la única fe, recibida de un solo Señor y transmitida por la única Tradición Apostólica. Profesa un solo Dios –Padre, Hijo y Espíritu Santo– e indica un solo camino de salvación. Por tanto, creemos, con un solo corazón y una sola alma, todo aquello que se contiene en la Palabra de Dios escrita o transmitida y es propuesto por la Iglesia para ser creído como divinamente revelado.
SEGUNDA SECCIÓN
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA
EL CREDO
Símbolo de los Apóstoles
Creo en Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo,
Nuestro Señor,
Que fue concebido por obra y gracia
del Espíritu Santo, nació de Santa María
Virgen, padeció bajo el poder de
Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos, al tercer día
resucitó de entre los muertos, subió a
los cielos y está sentado a la derecha de
Dios, Padre todopoderoso. Desde allí
ha de venir
a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
Symbolum Apostolicum
Credo in Deum, Patrem omnipoténtem,
Creatórem caeli et terrae,
et in Iesum Christum, Filium Eius únicum,
Dóminum nostrum,
qui conceptus est de Spiritu Sancto,
natus ex María Virgine,
passus sub Póntio Piláto,
crucifixus, mórtuus, et sepúltus,
descendit ad ínferos, tértia die resurréxit
a mórtuis, ascéndit ad caelos, sedet
ad déxteram Dei Patris omnipoténtis,
inde ventúrus est iudicáre vivos
et mórtuos.
Et in Spíritum Sanctum,
sanctam Ecclésiam cathólicam,
sanctórum communiónem,
remissiónem peccatórum,
carnis resurrectiónem,
vitam aetérnam.
Amen.
y la vida eterna.
Amén.
Credo
Niceno-Constantinopolitano
Creo en un solo Dios,
Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los
siglos: Dios de Dios,
Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros, los hombres, y por
nuestra salvación bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo se encarnó
de María, la Virgen, y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las
Escrituras,
y subió al cielo, y está sentado a la
derecha del Padre; y de nuevo vendrá
con gloria para juzgar a vivos y
muertos,
y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo recibe
una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una,
santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo Bautismo
Amen.
Symbolum
Nicaenum-Constantinopolitanum
Credo in unum Deum,
Patrem omnipoténtem,
Factórem caeli et terrae,
visibílium ómnium et invisibílium.
Et in unum Dóminum lesum Christum,
Filium Dei unigénitum
et ex Patre natum ante ómnia saécula:
Deum de Deo,
Lumen de Lúmine,
Deum verum de Deo vero,
génitum, non factum,
consubstantiálem Patri:
per quem ómnia facta sunt;
qui propter nos hómines et proper nostram
salútem, descéndit de caelis,
et incarnátus est de Spíritu Sancto
ex María Virgine et homo factus est,
crucifixus etiam pro nobis
sub Póntio Piláto,
passus et sepúltus est,
et resurréxit tértia die secúndum
Scriptúras,
et déxteram Patris,
et íterum ventúrus est cum glória,
iudicáre vivos et mórtuos,
cuius regni non erit finis.
Credo in Spíritum Sanctum,
Dóminum et vivificántem,
qui ex Patre Filióque procédit,
qui cum Patre et Fílio simul
adorátur et conglorificátur,
qui locútus est per Prophétas.
Et unam sanctam cathólicam
et apostólicam Ecclésiam.
Confíteor unum Baptísma in
remissiónem peccatórum.
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro.
Amén.
Et exspécto resurrectiónem mortuórum,
et vitam ventúri saéculi.
Amen.
CAPÍTULO PRIMERO
CREO EN DIOS PADRE
LOS SÍMBOLOS DE LA FE
33. ¿Qué son los símbolos de la fe? (185-188; 199.197)
Los símbolos de la fe, también llamados “profesiones de fe” o “Credos”, son fórmulas articuladas con las que la Iglesia, desde sus orígenes, ha expresado sintéticamente la propia fe, y la ha transmitido con un lenguaje común y normativo para todos los fieles.
34. ¿Cuáles son los símbolos de la fe más antiguos? (189-191)
Los símbolos de la fe más antiguos son los bautismales. Puesto que el Bautismo se administra “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28, 19), las verdades de fe allí profesadas son articuladas según su referencia a las tres Personas de la Santísima Trinidad.
35. ¿Cuáles son los símbolos de la fe más importantes? (193-195)
Los símbolos de la fe más importantes son: el Símbolo de los Apóstoles, que es el antiguo símbolo bautismal de la Iglesia de Roma, y el Símbolo niceno-constantinopolitano, que es fruto de los dos primeros Concilios Ecuménicos de Nicea (325) y de Constantinopla (381), y que sigue siendo aún hoy el símbolo común a todas las grandes Iglesias de Oriente y Occidente.
“CREO EN DIOS, PADRE TODOPODEROSO,
CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA”
36. ¿Por qué la profesión de fe comienza con “Creo en Dios”? (198-199)
La profesión de fe comienza con la afirmación “Creo en Dios” porque es la más
importante: la fuente de todas las demás verdades sobre el hombre y sobre el mundo y de toda la vida del que cree en Dios.
37. ¿Por qué profesamos un solo Dios? (200-202; 228)
Profesamos un solo Dios porque Él se ha revelado al pueblo de Israel como el Único, cuando dice: “escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el Único Señor” (Dt 6, 4), “no existe ningún otro” (Is 45, 22). Jesús mismo lo ha confirmado: Dios “es el único Señor” (Mc 12, 29). Profesar que Jesús y el Espíritu Santo son también Dios y Señor no introduce división alguna en el Dios Único.
38. ¿Con qué nombre se revela Dios? (203-205; 230-231)
Dios se revela a Moisés como el Dios vivo: “Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (Ex 3, 6). Al mismo Moisés Dios le revela su Nombre misterioso: “Yo soy el que soy (YHWH)” (Ex 3, 14). El nombre inefable de Dios, ya en los tiempos del Antiguo Testamento, fue sustituido por la palabra Señor. De este modo en el Nuevo Testamento, Jesús, llamado el Señor, aparece como verdadero Dios.
39. ¿Sólo Dios “es”? (212-213)
Mientras las criaturas han recibido de Él todo su ser y su poseer, sólo Dios es en sí mismo la plenitud del ser y de toda perfección. Él es “el que es”, sin origen y sin fin. Jesús revela que también Él lleva el Nombre divino, “Yo soy” (Jn 8, 28).
40. ¿Por qué es importante la revelación del nombre de Dios? (206-213)
Al revelar su Nombre, Dios da a conocer las riquezas contenidas en su misterio inefable: sólo Él es, desde siempre y por siempre, el que transciende el mundo y la historia. Él es salvarlo. Él es el Santo por excelencia, “rico en misericordia” (Ef 2, 4), siempre dispuesto al perdón. Dios es el Ser espiritual, trascendente, omnipotente, eterno, personal y perfecto. Él es la verdad y el amor.
“Dios es el ser infinitamente perfecto que es la Santísima Trinidad” (Santo
Toribio de Mogrovejo)
41. ¿En qué sentido Dios es la verdad? (214-217; 231)
Dios es la Verdad misma y como tal ni se engaña ni puede engañar. “Dios es luz, en Él no hay tiniebla alguna” (1 Jn 1, 5). El Hijo eterno de Dios, sabiduría encarnada, ha sido enviado al mundo “para dar testimonio de la Verdad” (Jn 18, 37).
42. ¿De qué modo Dios revela que Él es amor? (218-221)
Dios se revela a Israel como Aquel que tiene un amor más fuerte que el de un padre o una madre por sus hijos o el de un esposo por su esposa. Dios en sí mismo “es amor” (1 Jn 4, 8.16), que se da completa y gratuitamente; que “tanto amó al mundo que dio a su Hijo único para que el mundo se salve por él” (Jn 3, 16-17). Al mandar a su Hijo y alEspíritu Santo, Dios revela que Él mismo es eterna comunicación de amor.
43. ¿Qué consecuencias tiene creer en un solo Dios? (222-227; 229)
Creer en Dios, el Único, comporta: conocer su grandeza y majestad; vivir en acción de gracias; confiar siempre en Él, incluso en la adversidad; reconocer la unidad y la verdadera dignidad de todos los hombres, creados a imagen de Dios; usar rectamente de las cosas creadas por Él.
44. ¿Cuál es el misterio central de la fe y de la vida cristiana? (232-237)
El misterio central de la fe y de la vida cristiana es el misterio de la Santísima Trinidad. Loscristianos son bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
45. ¿Puede la razón humana conocer, por sí sola, el misterio de la Santísima Trinidad?
(237)
Dios ha dejado huellas de su ser trinitario en la creación y en el Antiguo Testamento, perola intimidad de su ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón humana e incluso a la fe de Israel, antes de la Encarnación del Hijo de Dios y del envío del Espíritu Santo. Este misterio ha sido revelado por Jesucristo, y es la fuente de todos los demás misterios.
46. ¿Qué nos revela Jesucristo acerca del misterio del Padre? (240-243)
Jesucristo nos revela que Dios es “Padre”, no sólo en cuanto es Creador del universo y del hombre sino, sobre todo, porque engendra eternamente en su seno al Hijo, que es su Verbo, “resplandor de su gloria e impronta de su sustancia” (Hb 1, 3).
47. ¿Quién es el Espíritu Santo, que Jesucristo nos ha revelado? (243-248)
El Espíritu Santo es la tercera Persona de la Santísima Trinidad. Es Dios, uno e igual al Padre y al Hijo; “procede del Padre” (Jn 15, 26), que es principio sin principio y origen de toda la vida trinitaria. Y procede también del Hijo (Filioque), por el don eterno que el Padre hace al Hijo. El Espíritu Santo, enviado por el Padre y por el Hijo encarnado, guía a la Iglesia hasta el conocimiento de la “verdad plena” (Jn 16, 13).
48. ¿Cómo expresa la Iglesia su fe trinitaria? (249-256; 266)
La Iglesia expresa su fe trinitaria confesando un solo Dios en tres Personas: Padre, Hijo y
Espíritu Santo. Las tres divinas Personas son un solo Dios porque cada una de ellas es
idéntica a la plenitud de la única e indivisible naturaleza divina. Las tres son realmente
distintas entre sí, por sus relaciones recíprocas: el Padre engendra al Hijo, el Hijo es
engendrado por el Padre, el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo.
49. ¿Cómo obran las tres divinas Personas? (257-260; 267)
Inseparables en su única sustancia, las divinas Personas son también inseparables en suobrar: la Trinidad tiene una sola y misma operación. Pero en el único obrar divino, cadaPersona se hace presente según el modo que le es propio en la Trinidad.“Dios mío, Trinidad a quien adoro... pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo,tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en
ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en
adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora” (Beata Isabel de la
Trinidad).
50. ¿Qué significa que Dios es Todopoderoso? (268-278)
Dios se ha revelado como “el Fuerte, el Valeroso” (Sal 24, 8), aquel para quien “nada es imposible” (Lc 1, 37). Su omnipotencia es universal, misteriosa y se manifiesta en la creación del mundo de la nada y del hombre por amor, pero sobre todo en la Encarnación y en la Resurrección de su Hijo, en el don de la adopción filial y en el perdón de los pecados. Por esto la Iglesia en su oración se dirige a “Dios todopoderoso y eterno” (“Omnipotens sempiterne Deus...”).
51. ¿Por qué es importante afirmar que “en el principio Dios creó el cielo y la tierra” (Gn
1, 1)? (279-289; 315)
Es importante afirmar que en el principio Dios creó el cielo y la tierra porque la creación es el fundamento de todos los designios salvíficos de Dios; manifiesta su amor omnipotente y lleno de sabiduría; es el primer paso hacia la Alianza del Dios único con su pueblo; es el comienzo de la historia de la salvación, que culmina en Cristo; es la primera respuesta a losinterrogantes fundamentales sobre nuestro origen y nuestro fin.
52. ¿Quién ha creado el mundo? (290-292; 316)
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son el principio único e indivisible del mundo, aunque la obra de la Creación se atribuye especialmente a Dios Padre.
53. ¿Para qué ha sido creado el mundo? (293-294; 319)
El mundo ha sido creado para gloria de Dios, el cual ha querido manifestar y comunicar su bondad, verdad y belleza. El fin último de la Creación es que Dios, en Cristo, pueda ser“todo en todos” (1 Co 15, 28), para gloria suya y para nuestra felicidad.“Porque la gloria de Dios es el que el hombre viva, y la vida del hombre es la visión de Dios” (San Ireneo de Lyon)
54. ¿Cómo ha creado Dios el universo? (295-301; 317-320)
Dios ha creado el universo libremente con sabiduría y amor. El mundo no es el fruto de una necesidad, de un destino ciego o del azar. Dios crea “de la nada” (–ex nihilo–: 2 M 7, 28) un mundo ordenado y bueno, que Él transciende de modo infinito. Dios conserva en el ser el mundo que ha creado y lo sostiene, dándole la capacidad de actuar y llevándolo a su realización, por medio de su Hijo y del Espíritu Santo.
55. ¿En qué consiste la Providencia divina? (302-306; 321)
La divina Providencia consiste en las disposiciones con las que Dios conduce a sus criaturas a la perfección última, a la que Él mismo las ha llamado. Dios es el autor soberano de su designio. Pero para realizarlo se sirve también de la cooperación de sus criaturas,
otorgando al mismo tiempo a éstas la dignidad de obrar por sí mismas, de ser causa unas
de otras.
56. ¿Cómo colabora el hombre con la Providencia divina? (307-308; 323)
Dios otorga y pide al hombre, respetando su libertad, que colabore con la Providencia mediante sus acciones, sus oraciones, pero también con sus sufrimientos, suscitando en el hombre “el querer y el obrar según sus misericordiosos designios” (Flp 2, 13).
57. Si Dios es todopoderoso y providente ¿por qué entonces existe el mal? (309-310;
324.400)Al interrogante, tan doloroso como misterioso, sobre la existencia del mal solamente se puede dar respuesta desde el conjunto de la fe cristiana. Dios no es, en modo alguno, ni directa ni indirectamente, la causa del mal. Él ilumina el misterio del mal en su Hijo Jesucristo, que ha muerto y ha resucitado para vencer el gran mal moral, que es el pecado de los hombres y que es la raíz de los restantes males.
58. ¿Por qué Dios permite el mal? (311-314; 324)
La fe nos da la certeza de que Dios no permitiría el mal si no hiciera salir el bien del mal mismo. Esto Dios lo ha realizado ya admirablemente con ocasión de la muerte y resurrección de Cristo: en efecto, del mayor mal moral, la muerte de su Hijo, Dios ha sacado el mayor de los bienes, la glorificación de Cristo y nuestra redención.
El cielo y la tierra
59. ¿Qué ha creado Dios? (325-327)
La Sagrada Escritura dice: “en el principio creó Dios el cielo y la tierra” (Gn 1, 1). La Iglesia, en su profesión de fe, proclama que Dios es el creador de todas las cosas visibles e invisibles: de todos los seres espirituales y materiales, esto es, de los ángeles y del mundo visible y, en particular, del hombre.
60. ¿Quiénes son los ángeles? (328-333; 350-351)
Los ángeles son criaturas puramente espirituales, incorpóreas, invisibles e inmortales; sonseres personales dotados de inteligencia y voluntad. Los ángeles, contemplando cara a carincesantemente a Dios, lo glorifican, lo sirven y son sus mensajeros en el cumplimiento de la misión de salvación para todos los hombres.
61. ¿De qué modo los ángeles están presentes en la vida de la Iglesia? (334-336; 352)
La Iglesia se une a los ángeles para adorar a Dios, invoca la asistencia de los ángeles y celebra litúrgicamente la memoria de algunos de ellos. “Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a
la vida” (San Basilio Magno)
62. ¿Qué enseña la Sagrada Escritura sobre la Creación del mundo visible? (337-344)
A través del relato de los “seis días” de la Creación, la Sagrada Escritura nos da a conocer el valor de todo lo creado y su finalidad de alabanza a Dios y de servicio al hombre. Todas las cosas deben su propia existencia a Dios, de quien reciben la propia bondad y perfección, sus leyes y lugar en el universo.
63. ¿Cuál es el lugar del hombre en la Creación? (343-344; 353)
El hombre es la cumbre de la Creación visible, pues ha sido creado a imagen y semejanza de Dios.
64. ¿Qué tipo de relación existe entre las cosas creadas? (342; 354)
Entre todas las criaturas existe una interdependencia y jerarquía, queridas por Dios. Al mismo tiempo, entre las criaturas existe una unidad y solidaridad, porque todas ellas tienen el mismo Creador, son por Él amadas y están ordenadas a su gloria. Respetar las leyes inscritas en la creación y las relaciones que dimanan de la naturaleza de las cosas es, por lo tanto, un principio de sabiduría y un fundamento de la moral.
65. ¿Qué relación existe entre la obra de la Creación y la de la Redención? (345-349)
La obra de la Creación culmina en la obra aún más grande de la Redención. Con ésta, de hecho, se inicia la nueva Creación, en la cual todo hallará de nuevo su pleno sentido y cumplimiento.
El hombre
66. ¿En qué sentido el hombre es creado “a imagen de Dios?” (355-357)
El hombre ha sido creado a imagen de Dios, en el sentido de que es capaz de conocer y amar libremente a su propio Creador. Es la única criatura sobre la tierra a la que Dios ama por sí misma, y a la que llama a compartir su vida divina, en el conocimiento y en el amor. El hombre, en cuanto creado a imagen de Dios, tiene la dignidad de persona: no es solamente algo, sino alguien capaz de conocerse, de darse libremente y de entrar en comunión con Dios y las otras personas.
67. ¿Para qué fin ha creado Dios al hombre? (358-359)
Dios ha creado todo para el hombre, pero el hombre ha sido creado para conocer, servir y amar a Dios, para ofrecer en este mundo toda la Creación a Dios en acción de gracias, ypara ser elevado a la vida con Dios en el cielo. Solamente en el misterio del Verboencarnado encuentra verdadera luz el misterio del hombre, predestinado a reproducir laimagen del Hijo de Dios hecho hombre, que es la perfecta “imagen de Dios invisible” (Col
1, 15).
68. ¿Por qué los hombres forman una unidad? (360-361)
Todos los hombres forman la unidad del género humano por el origen común que les vienede Dios. Además Dios ha creado “de un solo principio, todo el linaje humano” (Hch 17,26). Finalmente, todos tienen un único Salvador y todos están llamados a compartir la eterna felicidad de Dios.
69. ¿De qué manera el cuerpo y el alma forman en el hombre una unidad? (362-365; 382)
La persona humana es, al mismo tiempo, un ser corporal y espiritual. En el hombre el espíritu y la materia forman una única naturaleza. Esta unidad es tan profunda que, graciasal principio espiritual, que es el alma, el cuerpo, que es material, se hace humano yviviente, y participa de la dignidad de la imagen de Dios.
70. ¿Quién da el alma al hombre? (366-368; 382)
El alma espiritual no viene de los progenitores, sino que es creada directamente por Dios, y es inmortal. Al separarse del cuerpo en el momento de la muerte, no perece; se unirá de nuevo al cuerpo en el momento de la resurrección final.
71. ¿Qué relación ha establecido Dios entre el hombre y la mujer? (369-373; 383)
El hombre y la mujer han sido creados por Dios con igual dignidad en cuanto personas humanas y, al mismo tiempo, con una recíproca complementariedad en cuanto varón y mujer. Dios los ha querido el uno para el otro, para una comunión de personas. Juntos están también llamados a transmitir la vida humana, formando en el matrimonio “una sola carne” (Gn 2, 24), y a dominar la tierra como “administradores” de Dios.
72. ¿Cuál era la condición original del hombre según el designio de Dios? (374-379; 384)
Al crear al hombre y a la mujer, Dios les había dado una especial participación de la vidadivina, en un estado de santidad y justicia. En este proyecto de Dios, el hombre no habríadebido sufrir ni morir. Igualmente reinaba en el hombre una armonía perfecta consigo mismo, con el Creador, entre hombre y mujer, así como entre la primera pareja humana y toda la Creación.
La caída
73. ¿Cómo se comprende la realidad del pecado? (385-389)
En la historia del hombre está presente el pecado. Esta realidad se esclarece plenamente
sólo a la luz de la divina Revelación y, sobre todo, a la luz de Cristo, el Salvador de todos,
que ha hecho que la gracia sobreabunde allí donde había abundado el pecado.

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