Catecismo del pueblo
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
MOTU PROPRIO PARA LA APROBACIÓN Y PUBLICACIÓN DEL COMPRENDIÓ DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
A los Venerables Hermanos Cardenales, Patriarcas,
Arzobispos, Obispos,Presbíteros,Diáconos y a todos los Miembros del Pueblo de
Dios.
Hace ya veinte años se iniciaba la preparación del Catecismo de
la Iglesia Católica, a petición de la Asamblea extraordinaria del Sínodo de
los Obispos, celebrada con ocasión del vigésimo aniversario de la clausura del
Concilio Ecuménico Vaticano II.
Agradezco infinitamente a Dios Nuestro Señor el haber dado a la
Iglesia este Catecismo,promulgado en 1992 por mi venerado y amado
Predecesor, el Papa Juan Pablo II.
La gran utilidad y valor de este don han sido confirmados, ante
todo, por la positiva y amplia acogida que el Catecismo ha tenido entre
los obispos, a quienes se dirigía en primer lugar, como texto de referencia
segura y auténtica para la enseñanza de la doctrina católica y, en particular,
para la elaboración de catecismos locales. Pero una ulterior confirmación ha
venido de la favorable y gran acogida dispensada al mismo por todos los
sectores del Pueblo de Dios, que lo han podido conocer y apreciar en las más de
cincuenta lenguas a
las que, hasta el momento, ha sido traducido. Ahora, con gran
gozo, apruebo y promulgo el Compendio de este Catecismo.Dicho Compendio
había sido vivamente deseado por los participantes al Congreso Catequético
Internacional de octubre de 2002, que se hacían así intérpretes de unaexigencia
muy extendida en la Iglesia. Acogiendo este deseo, mi difunto Predecesor decidió
su preparación en febrero de 2003, confiando la redacción del mismo a una restringida
Comisión de Cardenales, presidida por mí y ayudada por un grupo de expertos colaboradores.
Durante el desarrollo de los trabajos, el proyecto de este Compendio fue
sometido al juicio de los Eminentísimos Cardenales y los Presidentes de las
Conferencias
Episcopales, que en su inmensa mayoría lo han acogido y valorado favorablemente.
El Compendio, que ahora presento a la Iglesia Universal, es
una síntesis fiel y segura del Catecismo de la Iglesia Católica.
Contiene, de modo conciso, todos los elementos esenciales y fundamentales de la
fe de la Iglesia, de manera tal que constituye, como deseaba mi Predecesor, una
especie de vademécum, a través del cual las personas, creyentes o no,
pueden abarcar con una sola mirada de conjunto el panorama completo de la fe
católica.
El Compendio refleja fielmente, en su estructura,
contenidos y lenguaje, el Catecismo de la Iglesia Católica, que podrá
ser mejor conocido y comprendido gracias a la ayuda y estímulo de esta
síntesis.
Entrego, por tanto, con confianza este Compendio, ante todo
a la Iglesia entera y a cada cristiano en particular, para que, por medio de
él, cada cual pueda encontrar, en este tercer milenio, nuevo impulso para
renovar el compromiso de evangelización y educación de la fe que debe
caracterizar a toda comunidad eclesial y a cada creyente en Cristo de cualquier
edad y nación.
Pero este Compendio, por su brevedad, claridad e integridad,
se dirige asimismo a todapersona que, viviendo en un mundo dispersivo y lleno
de los más variados mensajes, quiera conocer el Camino de la Vida y la Verdad,
entregado por Dios a la Iglesia de su Hijo.
Leyendo este valioso instrumento que es el Compendio,
gracias especialmente a la intercesión de María Santísima, Madre de Cristo y de
la Iglesia, puedan todos reconocer y acoger cada vez mejor la inagotable
belleza, unicidad y actualidad del Don por excelencia que Dios ha hecho a la
humanidad: Su Hijo único, Jesucristo, que es “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn
14, 6).
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 28 de Junio de
2005, víspera de la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, año
primero de mi Pontificado.
BENEDICTUS PP. XVI
INTRODUCCIÓN
1. El 11 de Octubre de 1992, el Papa Juan Pablo II entregaba a los
fieles de todo el mundo el Catecismo de la Iglesia Católica, presentándolo
como “texto de referencia”[1] para una catequesis renovada en las fuentes vivas
de la fe. A treinta años de la apertura del Concilio Vaticano II (1962-1965),
se cumplía de este modo felizmente el deseo expresado en 1985 por la Asamblea
extraordinaria del Sínodo de los Obispos de que se compusiera un catecismo de
toda la doctrina católica, tanto de la fe como de la moral. Cinco años después,
el 15 de Agosto de 1997, al promulgar la editio typica del Catechismus
Ecclesiae Catholicae, el Sumo Pontífice confirmaba la finalidad fundamental
de la obra: “Presentarse como una exposición completa e íntegra de la doctrina
católica, que permite que todos conozcan lo que la Iglesia misma profesa,
celebra, vive y ora en su vida diaria”.[2]
2. En orden a un mayor aprovechamiento de los valores del Catecismo
y para responder a la petición del Congreso Catequético Internacional de
2002, Juan Pablo II instituía en 2003 una Comisión especial, presidida por mí,
como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, con el encargo de
elaborar un Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica,
que recogiera una formulación más sintética de los mismos contenidos de la fe.
Tras dos años de trabajo se preparó un proyecto de compendio,
que fue enviado a consulta a los Cardenales y a los Presidentes de las
Conferencias Episcopales. El proyecto, en su conjunto, obtuvo una
valoración positiva por parte de la absoluta mayoría de cuantos respondieron.
La Comisión, por tanto, procedió a la revisión del mencionado proyecto y,
teniendo en cuenta las propuestas de mejora recibidas, redactó el texto final
de la obra.
3. Tres son las características principales del Compendio:
la estrecha dependencia delCatecismo de la Iglesia Católica, el estilo
dialogal y el uso de imágenes en la catequesis.Ante todo, el Compendio no
es una obra autónoma ni pretende de ningún modo sustituir alCatecismo de la
Iglesia Católica: más bien remite a él constantemente, tanto con la puntual
indicación de los números de referencia como con el continuo llamamiento a su
estructura, desarrollo y contenidos. El Compendio, además, pretende despertar
un renovado interés y aprecio por el Catecismo, que, con su sabiduría
expositiva y unción espiritual, continua siendo el texto de base de la
catequesis eclesial de hoy.
Como el Catecismo, también el Compendio se articula
en cuatro partes, correspondientes a las leyes fundamentales de la vida en
Cristo.
La primera parte, titulada “La profesión de la fe”, contiene una
oportuna síntesis de la lex credendi, es decir, de la fe profesada por
la Iglesia Católica, tomada del Símbolo Apostólico, ulteriormente
explicitado y detallado por el Símbolo Niceno-
Constantinopolitano, cuya constante proclamación en la asamblea
cristiana mantiene viva la memoria de las principales verdades de la fe.
La segunda parte, titulada “La celebración del misterio
cristiano”, presenta los elementos esenciales de la lex celebrandi. El
anuncio del Evangelio encuentra, efectivamente, su respuesta privilegiada en la
vida sacramental. En ella los fieles experimentan y dan testimonio en cada
momento de su existencia, de la eficacia salvífica del misterio pascual, por
medio del cual Cristo ha consumado la obra de nuestra redención.
La tercera parte, titulada “La vida en Cristo”, presenta la lex
vivendi, es decir, el
compromiso que tienen los bautizados de manifestar en sus
comportamientos y en sus decisiones éticas la fidelidad a la fe profesada y
celebrada. Los fieles, en efecto, están llamados por el Señor Jesús a realizar
las obras que se corresponden con su dignidad de hijos del Padre en la caridad
del Espíritu Santo.
La cuarta parte, titulada “La oración cristiana”, ofrece una
síntesis de la lex orandi, es decir, de la vida de oración. A ejemplo de
Jesús, modelo perfecto de orante, también el cristiano está llamado al diálogo
con Dios en la oración, de la que es expresión privilegiada el Padre Nuestro,
la oración que nos enseñó el mismo Jesús.
4. Una segunda característica del Compendio es su forma dialogal,
que recupera un antiguo género catequético basado en preguntas y respuestas. Se
trata de volver a proponer un diálogo ideal entre el maestro y el discípulo,
mediante una apremiante secuencia de preguntas, que implican al lector,
invitándole a proseguir en el descubrimiento de aspectos siempre nuevos de la
verdad de su fe. Este género ayuda también a abreviar notablemente el texto,
reduciéndolo a lo esencial, y favoreciendo de este modo la asimilación y
eventual memorización de los contenidos.
5. Una tercera característica es la presencia de algunas imágenes,
que acompañan a la articulación del Compendio. Provienen del riquísimo
patrimonio de la iconografía cristiana. De la secular tradición conciliar
aprendemos que también la imagen es predicación evangélica. Los artistas de
todos los tiempos han ofrecido, para contemplación y asombro de los fieles, los
hechos más sobresalientes del misterio de la salvación, presentándolo en el
esplendor del color y la perfección de la belleza. Es éste un indicio de cómo
hoy más que nunca, en la civilización de la imagen, la imagen sagrada puede
expresar mucho más
que la misma palabra, dada la gran eficacia de su dinamismo de
comunicación y de transmisión del mensaje evangélico.
6. Cuarenta años después de la conclusión del Concilio Vaticano II
y en el año de la Eucaristía, el Compendio puede constituir un ulterior
instrumento para satisfacer tanto el hambre de verdad de los fieles de toda
edad y condición, como la necesidad de todos aquellos que, sin serlo, tienen
sed de verdad y de justicia. Su publicación tendrá lugar en la Solemnidad de
los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia universal y evangelizadores
ejemplares en el mundo antiguo. Estos apóstoles vieron lo que predicaron, y
dieron testimonio de la verdad de Cristo hasta el martirio. Imitémosles en su
impulso misionero, y roguemos al Señor para que la Iglesia siga siempre las
enseñanzas de los Apóstoles, de quienes ha recibido el primer anuncio gozoso de
la fe. Domingo de Ramos, 20 de marzo de 2005.
PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE
PRIMERA SECCIÓN
“CREO” – “CREEMOS”
1. ¿Cuál es el designio de Dios para el hombre? (1-25)
Dios, infinitamente perfecto y bienaventurado en sí mismo, en un
designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para hacerle partícipe
de su vida bienaventurada. En la plenitud de los tiempos, Dios Padre envió a su
Hijo como Redentor y Salvador de los hombres caídos en el pecado, convocándolos
en su Iglesia, y haciéndolos hijos suyos de adopción por obra del Espíritu
Santo y herederos de su eterna bienaventuranza.
CAPÍTULO PRIMERO
EL HOMBRE ES “CAPAZ” DE DIOS
“Tú eres grande, Señor, y muy digno de alabanza (…). Nos has
hecho para ti
y nuestro corazón está inquieto mientras no
descansa en ti” (San Agustín)
(30)
2. ¿Por qué late en el hombre el deseo de Dios? (27-30; 44-45)
Dios mismo, al crear al hombre a su propia imagen, inscribió en el
corazón de éste el deseo de verlo.
Aunque el hombre a menudo ignore tal deseo, Dios no cesa de atraerlo hacia sí,
para que viva y encuentre en Él aquella plenitud de verdad y felicidad a la que
aspira sin descanso. En consecuencia, el hombre, por naturaleza y vocación, es
un ser esencialmente religioso, capaz de entrar en comunión con Dios. Esta
íntima y vital relación con Dios otorga al hombre su dignidad fundamental.
3. ¿Cómo se puede conocer a Dios con la sola luz de
la razón? (31-36; 46-47)
A partir de la Creación, esto es, del mundo y de la persona
humana, el hombre, con la sola razón, puede con certeza conocer a Dios como
origen y fin del universo y como sumo bien, verdad y belleza infinita.
4. ¿Basta la sola luz de la razón para conocer el
misterio de Dios? (37-38)
Para conocer a Dios con la sola luz de la razón, el hombre
encuentra muchas dificultades. Además no puede entrar por sí mismo en la
intimidad del misterio divino. Por ello, Dios ha querido iluminarlo con su
Revelación, no sólo acerca de las verdades que superan la comprensión humana,
sino también sobre verdades religiosas y morales, que, aun siendo de por sí
accesibles a la razón, de esta manera pueden ser conocidas por todos sin dificultad,
con firme certeza y sin mezcla de error.
5. ¿Cómo se puede hablar de Dios? (39-43; 48-49)
Se puede hablar de Dios a todos y con todos, partiendo de las
perfecciones del hombre y las demás criaturas, las cuales son un reflejo, si
bien limitado, de la infinita perfección de Dios. Sin embargo, es necesario
purificar continuamente nuestro lenguaje de todo lo que tiene de fantasioso e
imperfecto, sabiendo bien que nunca podrá expresarplenamente el infinito
misterio de Dios.
CAPÍTULO SEGUNDO
DIOS VIENE AL ENCUENTRO DEL HOMBRE
LA REVELACIÓN DE DIOS
6. ¿Qué revela Dios al hombre? (50-53; 68-69)
Dios, en su bondad y sabiduría, se revela al hombre. Por medio de acontecimientos
y palabras, se revela a sí mismo y el designio de benevolencia que él mismo ha preestablecido
desde la eternidad en Cristo en favor de los hombres. Este designio consiste en
hacer partícipes de la vida divina a todos los hombres, mediante la gracia del
Espíritu Santo, para hacer de ellos hijos adoptivos en su Hijo Unigénito.
7. ¿Cuáles son las primeras etapas de la Revelación
de Dios? (54-58; 70-71)
Desde el principio, Dios se manifiesta a Adán y Eva, nuestros
primeros padres, y les invita a una íntima comunión con Él. Después de la
caída, Dios no interrumpe su revelación, y les promete la salvación para toda
su descendencia. Después del diluvio, establece con Noé una alianza que abraza
a todos los seres vivientes.
8. ¿Cuáles son las sucesivas etapas de la
Revelación de Dios? (59-64; 72)
Dios escogió a Abram llamándolo a abandonar su tierra para hacer
de él “el padre de una multitud de naciones” (Gn 17, 5), y prometiéndole
bendecir en él a “todas las naciones de la tierra” (Gn 12,3). Los
descendientes de Abraham serán los depositarios de las promesas divinas hechas
a los patriarcas. Dios forma a Israel como su pueblo elegido, salvándolo de la
esclavitud de Egipto, establece con él la Alianza del Sinaí, y le da su Ley por
medio de Moisés. Los Profetas anuncian una radical redención del pueblo y una
salvación que abrazará a todas las naciones en una Alianza nueva y eterna. Del
pueblo de Israel, de la estirpe del rey David, nacerá el Mesías: Jesús.
9. ¿Cuál es la plena y definitiva etapa de la
Revelación de Dios? (65-66; 73)
La plena y definitiva etapa de la Revelación de Dios es la que Él
mismo llevó a cabo en su Verbo encarnado, Jesucristo, mediador y plenitud de la
Revelación. En cuanto Hijo Unigénito de Dios hecho hombre, Él es la Palabra
perfecta y definitiva del Padre. Con la venida del Hijo y el don del Espíritu,
la Revelación ya se ha cumplido plenamente, aunque la fe de la Iglesia deberá
comprender gradualmente todo su alcance a lo largo de los siglos. “Porque en
darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene
otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no iene
más que hablar” (San Juan de la Cruz)
10. ¿Qué valor tienen las revelaciones privadas? (67)
Aunque no pertenecen al depósito de la fe, las revelaciones
privadas pueden ayudar a vivir la misma fe, si mantienen su íntima orientación
a Cristo. El Magisterio de la Iglesia, al que corresponde el discernimiento de
tales revelaciones, no puede aceptar, por tanto,aquellas “revelaciones” que
pretendan superar o corregir la Revelación definitiva, que es Cristo.
LA TRANSMISIÓN DE LA DIVINA REVELACIÓN
11. ¿Por qué y de qué modo se transmite la divina
Revelación? (74)
Dios “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad” (1
Tim 2, 4), es decir, de Jesucristo. Es preciso, pues, que Cristo sea
anunciado a todos los hombres, según su propio mandato: “Id y haced discípulos
de todos los pueblos” (Mt 28, 19). Esto se lleva a cabo mediante la
Tradición Apostólica.
12. ¿Qué es la Tradición Apostólica? (75-79; 83; 96.98)
La Tradición Apostólica es la transmisión del mensaje de Cristo
llevada a cabo, desde los comienzos del cristianismo, por la predicación, el
testimonio, las instituciones, el culto ylos escritos inspirados. Los Apóstoles
transmitieron a sus sucesores, los obispos y, a través de éstos, a todas las
generaciones hasta el fin de los tiempos todo lo que habían recibido de Cristo
y aprendido del Espíritu Santo.
13. ¿De qué modo se realiza la Tradición
Apostólica? (76)
La Tradición Apostólica se realiza de dos modos: con la
transmisión viva de la Palabra de Dios (también llamada simplemente Tradición)
y con la Sagrada Escritura, que es el mismonanuncio de la salvación puesto por
escrito.
14. ¿Qué relación existe entre Tradición y Sagrada
Escritura? (80-82; 97)
La Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente unidas y
compenetradas entre sí. Enefecto, ambas hacen presente y fecundo en la Iglesia
el Misterio de Cristo, y surgen de la misma fuente divina: constituyen un solo
sagrado depósito de la fe, del cual la Iglesia saca su propia certeza sobre
todas las cosas reveladas.
15. ¿A quién ha sido confiado el depósito de la fe?
(84.91; 94.99)
El depósito de la fe ha sido confiado por los Apóstoles a toda la
Iglesia. Todo el Pueblo de Dios, con el sentido sobrenatural de la fe,
sostenido por el Espíritu Santo y guiado por el Magisterio de la Iglesia, acoge
la Revelación divina, la comprende cada vez mejor, y la aplica a la vida.
16. ¿A quién corresponde interpretar auténticamente
el depósito de la fe? (85-90;
100)
La interpretación auténtica del depósito de la fe corresponde sólo
al Magisterio vivo de la Iglesia, es decir, al Sucesor de Pedro, el Obispo de
Roma, y a los obispos en comunión con él. Al Magisterio, el cual, en el
servicio de la Palabra de Dios, goza del carisma cierto de la verdad, compete
también definir los dogmas, que son formulaciones de las verdades contenidas en
la divina Revelación; dicha autoridad se extiende también a las verdades necesariamente
relacionadas con la Revelación.
17. ¿Qué relación existe entre Escritura, Tradición
y Magisterio? (95)
Escritura, Tradición y Magisterio están tan estrechamente unidos
entre sí, que ninguno de ellos existe sin los otros. Juntos, bajo la acción del
Espíritu Santo, contribuyen eficazmente, cada uno a su modo, a la salvación de
los hombres.
LA SAGRADA ESCRITURA
18. ¿Por qué decimos que la Sagrada Escritura
enseña la verdad? (105-108; 135-136)
Decimos que la Sagrada Escritura enseña la verdad porque Dios
mismo es su autor: por eso afirmamos que está inspirada y enseña sin error las
verdades necesarias para nuestra salvación. El Espíritu Santo ha inspirado, en
efecto, a los autores humanos de la Sagrada Escritura, los cuales han escrito
lo que el Espíritu ha querido enseñarnos. La fe cristiana, sin embargo, no es
una “religión del libro”, sino de la Palabra de Dios, que no es “una palabra escrita
y muda, sino el Verbo encarnado y vivo” (San Bernardo de Claraval).
19. ¿Cómo se debe leer la Sagrada Escritura? (109-119; 137)
La Sagrada Escritura debe ser leída e interpretada con la ayuda
del Espíritu Santo y bajo la guía del Magisterio de la Iglesia, según tres
criterios: 1) atención al contenido y a la unidad de toda la Escritura; 2)
lectura de la Escritura en la Tradición viva de la Iglesia; 3) respeto de la
analogía de la fe, es decir, de la cohesión entre las verdades de la fe.
20. ¿Qué es el canon de las Escrituras? (120; 138)
El canon de las Escrituras es el elenco completo de todos
los escritos que la Tradición Apostólica ha hecho discernir a la Iglesia como
sagrados. Tal canon comprende cuarenta y seis escritos del Antiguo Testamento y
veintisiete del Nuevo.
21. ¿Qué importancia tiene el Antiguo Testamento
para los cristianos? (121-123)
Los cristianos veneran el Antiguo Testamento como verdadera
Palabra de Dios: todos sus libros están divinamente inspirados y conservan un
valor permanente, dan testimonio de la pedagogía divina del amor salvífico de
Dios, y han sido escritos sobre todo para preparar la venida de Cristo Salvador
del mundo.
22. ¿Qué importancia tiene el Nuevo Testamento para
los cristianos? (124-127; 139)
El Nuevo Testamento, cuyo centro es Jesucristo, nos transmite la
verdad definitiva de la Revelación divina. En él, los cuatro Evangelios de
Mateo, Marcos, Lucas y Juan, siendo el principal testimonio de la vida y
doctrina de Jesús, constituyen el corazón de todas las Escrituras y ocupan un
puesto único en la Iglesia.
23. ¿Qué unidad existe entre el Antiguo y el Nuevo
Testamento? (128-130; 140)
La Escritura es una porque es única la Palabra de Dios, único el
proyecto salvífico de Dios y única la inspiración divina de ambos Testamentos.
El Antiguo Testamento prepara el Nuevo, mientras que éste da cumplimiento al
Antiguo: ambos se iluminan recíprocamente.
24. ¿Qué función tiene la Sagrada Escritura en la
vida de la Iglesia? (131-133; 141-142)
La Sagrada Escritura proporciona apoyo y vigor a la vida de la
Iglesia. Para sus hijos, es firmeza de la fe, alimento y manantial de vida
espiritual. Es el alma de la teología y de la predicación pastoral. Dice el
Salmista: “lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero” (Sal 119,
105). Por esto la Iglesia exhorta a la lectura frecuente de la Sagrada Escritura,
pues “desconocer la Escritura es desconocer a Cristo” (San Jerónimo).
LA RESPUESTA DEL HOMBRE A DIOS
CREO
25. ¿Cómo responde el hombre a Dios que se revela? (142-143)
El hombre, sostenido por la gracia divina, responde a la
Revelación de Dios con la
obediencia de la fe, que consiste en fiarse plenamente de Dios y
acoger su Verdad, encuanto garantizada por Él, que es la Verdad misma.
26. ¿Cuáles son en la Sagrada Escritura los
principales modelos de obediencia en la fe?
(144-149)
Son muchos los modelos de obediencia en la fe en la Sagrada
Escritura, pero destacan dos particularmente: Abraham, que, sometido a
prueba, “tuvo fe en Dios” (Rm 4, 3) y siempre obedeció a su llamada; por
esto se convirtió en “padre de todos los creyentes” (Rm 4,11.18). Y la Virgen
María, quien ha realizado del modo más perfecto, durante toda su vida, la
obediencia en la fe: “Fiat mihi secundum Verbum tuum – hágase en mi
según tu palabra” (Lc 1, 38).
27. En la práctica ¿qué significa para el hombre
creer en Dios? (150-152; 176-178)
Creer en Dios significa para el hombre adherirse a Dios mismo,
confiando plenamente en Él y dando pleno asentimiento a todas las verdades por
Él reveladas, porque Dios es la Verdad. Significa creer en un solo Dios en tres
personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
28. ¿Cuáles son las características de la fe? (153-165; 179-180; 183-184)
La fe, don gratuito de Dios, accesible a cuantos la piden humildemente,
es la virtud
sobrenatural necesaria para salvarse. El acto de fe es un acto
humano, es decir un acto de la inteligencia del hombre, el cual, bajo el
impulso de la voluntad movida por Dios, asiente libremente a la verdad divina.
Además, la fe es cierta porque se fundamenta sobre la Palabra de Dios;
“actúa por medio de la caridad” (Ga 5,6); y está en continuo
crecimiento, gracias, particularmente, a la escucha de la Palabra de Dios y a
la oración. Ella nos hace pregustar desde ahora el gozo del cielo.
29. ¿Por qué afirmamos que no hay contradicción
entre la fe y la ciencia? (159)
Aunque la fe supera a la razón, no puede nunca haber contradicción
entre la fe y la ciencia, ya que ambas tienen su origen en Dios. Es Dios mismo
quien da al hombre tanto la luz de la razón como la fe. “Cree para
comprender y comprende para creer” (San Agustín)
CREEMOS
30. ¿Por qué la fe es un acto personal y al mismo
tiempo eclesial? (166-169; 181)
La fe es un acto personal en cuanto es respuesta libre del hombre
a Dios que se revela. Pero, al mismo tiempo, es un acto eclesial, que se
manifiesta en la expresión “creemos”, porque, efectivamente, es la Iglesia
quien cree, de tal modo que Ella, con la gracia del Espíritu Santo, precede,
engendra y alimenta la fe de cada uno: por esto la Iglesia es Madre y Maestra.“Nadie
puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre”(San
Cipriano)
31. ¿Por qué son importantes las fórmulas de la fe?
(170-171)
Las fórmulas de la fe son importantes porque nos permiten
expresar, asimilar, celebrar y
compartir con los demás las verdades de la fe, utilizando un
lenguaje común.
32. ¿En qué sentido la fe de la Iglesia es una
sola? (172-175; 182)
La Iglesia, aunque formada por personas diversas por razón de
lengua, cultura y ritos, profesa con voz unánime la única fe, recibida de un
solo Señor y transmitida por la única Tradición Apostólica. Profesa un solo
Dios –Padre, Hijo y Espíritu Santo– e indica un solo camino de salvación. Por
tanto, creemos, con un solo corazón y una sola alma, todo aquello que se
contiene en la Palabra de Dios escrita o transmitida y es propuesto por la Iglesia
para ser creído como divinamente revelado.
SEGUNDA SECCIÓN
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA
EL CREDO
Símbolo de los Apóstoles
Creo en Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo,
Nuestro Señor,
Que fue concebido por obra y gracia
del Espíritu Santo, nació de Santa María
Virgen, padeció bajo el poder de
Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos, al tercer día
resucitó de entre los muertos, subió a
los cielos y está sentado a la derecha de
Dios, Padre todopoderoso. Desde allí
ha de venir
a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
Symbolum Apostolicum
Credo in Deum, Patrem
omnipoténtem,
Creatórem caeli et terrae,
et in Iesum Christum,
Filium Eius únicum,
Dóminum nostrum,
qui conceptus est de Spiritu Sancto,
natus ex María Virgine,
passus sub Póntio Piláto,
crucifixus, mórtuus, et sepúltus,
descendit ad ínferos, tértia die resurréxit
a mórtuis, ascéndit ad caelos, sedet
ad déxteram Dei Patris omnipoténtis,
inde ventúrus est iudicáre vivos
et mórtuos.
Et in Spíritum Sanctum,
sanctam Ecclésiam
cathólicam,
sanctórum communiónem,
remissiónem peccatórum,
carnis resurrectiónem,
vitam aetérnam.
Amen.
y la vida eterna.
Amén.
Credo
Niceno-Constantinopolitano
Creo en un solo Dios,
Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los
siglos: Dios de Dios,
Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros, los hombres, y por
nuestra salvación bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo se encarnó
de María, la Virgen, y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las
Escrituras,
y subió al cielo, y está sentado a la
derecha del Padre; y de nuevo vendrá
con gloria para juzgar a vivos y
muertos,
y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo recibe
una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una,
santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo Bautismo
Amen.
Symbolum
Nicaenum-Constantinopolitanum
Credo in unum Deum,
Patrem omnipoténtem,
Factórem caeli et terrae,
visibílium ómnium et
invisibílium.
Et in unum Dóminum lesum
Christum,
Filium Dei unigénitum
et ex Patre natum ante ómnia saécula:
Deum de Deo,
Lumen de Lúmine,
Deum verum de Deo vero,
génitum, non factum,
consubstantiálem Patri:
per quem ómnia facta sunt;
qui propter nos hómines et proper nostram
salútem, descéndit de caelis,
et incarnátus est de Spíritu Sancto
ex María Virgine et homo factus est,
crucifixus etiam pro nobis
sub Póntio Piláto,
passus et sepúltus est,
et resurréxit tértia die secúndum
Scriptúras,
et déxteram Patris,
et íterum ventúrus est cum glória,
iudicáre vivos et mórtuos,
cuius regni non erit finis.
Credo in Spíritum Sanctum,
Dóminum et vivificántem,
qui ex Patre Filióque procédit,
qui cum Patre et Fílio simul
adorátur et conglorificátur,
qui locútus est per Prophétas.
Et unam sanctam cathólicam
et apostólicam Ecclésiam.
Confíteor unum Baptísma in
remissiónem peccatórum.
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro.
Amén.
Et exspécto resurrectiónem mortuórum,
et vitam ventúri saéculi.
Amen.
CAPÍTULO PRIMERO
CREO EN DIOS PADRE
LOS SÍMBOLOS DE LA FE
33. ¿Qué son los símbolos de la fe? (185-188; 199.197)
Los símbolos de la fe, también llamados “profesiones de fe” o
“Credos”, son fórmulas articuladas con las que la Iglesia, desde sus orígenes,
ha expresado sintéticamente la propia fe, y la ha transmitido con un lenguaje
común y normativo para todos los fieles.
34. ¿Cuáles son los símbolos de la fe más antiguos?
(189-191)
Los símbolos de la fe más antiguos son los bautismales.
Puesto que el Bautismo se administra “en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo” (Mt 28, 19), las verdades de fe allí profesadas son
articuladas según su referencia a las tres Personas de la Santísima Trinidad.
35. ¿Cuáles son los símbolos de la fe más
importantes? (193-195)
Los símbolos de la fe más importantes son: el Símbolo de los
Apóstoles, que es el antiguo símbolo bautismal de la Iglesia de Roma, y el
Símbolo niceno-constantinopolitano, que es fruto de los dos primeros
Concilios Ecuménicos de Nicea (325) y de Constantinopla (381), y que sigue
siendo aún hoy el símbolo común a todas las grandes Iglesias de Oriente y Occidente.
“CREO EN DIOS, PADRE TODOPODEROSO,
CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA”
36. ¿Por qué la profesión de fe comienza con “Creo
en Dios”? (198-199)
La profesión de fe comienza con la afirmación “Creo en Dios”
porque es la más
importante: la fuente de todas las demás verdades sobre el hombre
y sobre el mundo y de toda la vida del que cree en Dios.
37. ¿Por qué profesamos un solo Dios? (200-202; 228)
Profesamos un solo Dios porque Él se ha revelado al pueblo
de Israel como el Único, cuando dice: “escucha Israel, el Señor nuestro Dios es
el Único Señor” (Dt 6, 4), “no existe ningún otro” (Is 45, 22).
Jesús mismo lo ha confirmado: Dios “es el único Señor” (Mc 12, 29).
Profesar que Jesús y el Espíritu Santo son también Dios y Señor no introduce
división alguna en el Dios Único.
38. ¿Con qué nombre se revela Dios? (203-205; 230-231)
Dios se revela a Moisés como el Dios vivo: “Yo soy el Dios de tus
padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (Ex 3,
6). Al mismo Moisés Dios le revela su Nombre misterioso: “Yo soy el que soy
(YHWH)” (Ex 3, 14). El nombre inefable de Dios, ya en los tiempos del
Antiguo Testamento, fue sustituido por la palabra Señor. De este modo en
el Nuevo Testamento, Jesús, llamado el Señor, aparece como verdadero
Dios.
39. ¿Sólo Dios “es”? (212-213)
Mientras las criaturas han recibido de Él todo su ser y su poseer,
sólo Dios es en sí mismo la plenitud del ser y de toda perfección. Él es “el
que es”, sin origen y sin fin. Jesús revela que también Él lleva el Nombre
divino, “Yo soy” (Jn 8, 28).
40. ¿Por qué es importante la revelación del nombre
de Dios? (206-213)
Al revelar su Nombre, Dios da a conocer las riquezas contenidas en
su misterio inefable: sólo Él es, desde siempre y por siempre, el que
transciende el mundo y la historia. Él es salvarlo. Él es el Santo por
excelencia, “rico en misericordia” (Ef 2, 4), siempre dispuesto al
perdón. Dios es el Ser espiritual, trascendente, omnipotente, eterno, personal
y perfecto. Él es la verdad y el amor.
“Dios es el ser infinitamente perfecto que es la
Santísima Trinidad” (Santo
Toribio de Mogrovejo)
41. ¿En qué sentido Dios es la verdad? (214-217; 231)
Dios es la Verdad misma y como tal ni se engaña ni puede engañar.
“Dios es luz, en Él no hay tiniebla alguna” (1 Jn 1, 5). El Hijo eterno
de Dios, sabiduría encarnada, ha sido enviado al mundo “para dar testimonio de
la Verdad” (Jn 18, 37).
42. ¿De qué modo Dios revela que Él es amor? (218-221)
Dios se revela a Israel como Aquel que tiene un amor más fuerte
que el de un padre o una madre por sus hijos o el de un esposo por su esposa.
Dios en sí mismo “es amor” (1 Jn 4, 8.16), que se da completa y
gratuitamente; que “tanto amó al mundo que dio a su Hijo único para que el
mundo se salve por él” (Jn 3, 16-17). Al mandar a su Hijo y alEspíritu Santo,
Dios revela que Él mismo es eterna comunicación de amor.
43. ¿Qué consecuencias tiene creer en un solo Dios?
(222-227; 229)
Creer en Dios, el Único, comporta: conocer su grandeza y majestad;
vivir en acción de gracias; confiar siempre en Él, incluso en la adversidad;
reconocer la unidad y la verdadera dignidad de todos los hombres, creados a
imagen de Dios; usar rectamente de las cosas creadas por Él.
44. ¿Cuál es el misterio central de la fe y de la
vida cristiana? (232-237)
El misterio central de la fe y de la vida cristiana es el misterio
de la Santísima Trinidad. Loscristianos son bautizados en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo.
45. ¿Puede la razón humana conocer, por sí sola, el
misterio de la Santísima Trinidad?
(237)
Dios ha dejado huellas de su ser trinitario en la creación y en el
Antiguo Testamento, perola intimidad de su ser como Trinidad Santa constituye
un misterio inaccesible a la sola razón humana e incluso a la fe de Israel,
antes de la Encarnación del Hijo de Dios y del envío del Espíritu Santo. Este
misterio ha sido revelado por Jesucristo, y es la fuente de todos los demás
misterios.
46. ¿Qué nos revela Jesucristo acerca del misterio
del Padre? (240-243)
Jesucristo nos revela que Dios es “Padre”, no sólo en cuanto es
Creador del universo y del hombre sino, sobre todo, porque engendra eternamente
en su seno al Hijo, que es su Verbo, “resplandor de su gloria e impronta de su
sustancia” (Hb 1, 3).
47. ¿Quién es el Espíritu Santo, que Jesucristo nos
ha revelado? (243-248)
El Espíritu Santo es la tercera Persona de la Santísima Trinidad.
Es Dios, uno e igual al Padre y al Hijo; “procede del Padre” (Jn 15,
26), que es principio sin principio y origen de toda la vida trinitaria. Y
procede también del Hijo (Filioque), por el don eterno que el Padre hace
al Hijo. El Espíritu Santo, enviado por el Padre y por el Hijo encarnado, guía
a la Iglesia hasta el conocimiento de la “verdad plena” (Jn 16, 13).
48. ¿Cómo expresa la Iglesia su fe trinitaria? (249-256; 266)
La Iglesia expresa su fe trinitaria confesando un solo Dios en
tres Personas: Padre, Hijo y
Espíritu Santo. Las tres divinas Personas son un solo Dios porque
cada una de ellas es
idéntica a la plenitud de la única e indivisible naturaleza divina.
Las tres son realmente
distintas entre sí, por sus relaciones recíprocas: el Padre
engendra al Hijo, el Hijo es
engendrado por el Padre, el Espíritu Santo procede del Padre y del
Hijo.
49. ¿Cómo obran las tres divinas Personas? (257-260; 267)
Inseparables en su única sustancia, las divinas Personas son
también inseparables en suobrar: la Trinidad tiene una sola y misma operación.
Pero en el único obrar divino, cadaPersona se hace presente según el modo que
le es propio en la Trinidad.“Dios mío, Trinidad a quien adoro... pacifica mi
alma. Haz de ella tu cielo,tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no
te deje jamás solo en
ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente
despierta en mi fe, en
adoración, entregada sin reservas a tu acción
creadora” (Beata Isabel de la
Trinidad).
50. ¿Qué significa que Dios es Todopoderoso? (268-278)
Dios se ha revelado como “el Fuerte, el Valeroso” (Sal 24,
8), aquel para quien “nada es imposible” (Lc 1, 37). Su omnipotencia es
universal, misteriosa y se manifiesta en la creación del mundo de la nada y del
hombre por amor, pero sobre todo en la Encarnación y en la Resurrección de su
Hijo, en el don de la adopción filial y en el perdón de los pecados. Por esto
la Iglesia en su oración se dirige a “Dios todopoderoso y eterno” (“Omnipotens
sempiterne Deus...”).
51. ¿Por qué es importante afirmar que “en el
principio Dios creó el cielo y la tierra” (Gn
1, 1)? (279-289; 315)
Es importante afirmar que en el principio Dios creó el cielo y la
tierra porque la creación es el fundamento de todos los designios salvíficos de
Dios; manifiesta su amor omnipotente y lleno de sabiduría; es el primer paso
hacia la Alianza del Dios único con su pueblo; es el comienzo de la historia de
la salvación, que culmina en Cristo; es la primera respuesta a losinterrogantes
fundamentales sobre nuestro origen y nuestro fin.
52. ¿Quién ha creado el mundo? (290-292; 316)
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son el principio único e
indivisible del mundo, aunque la obra de la Creación se atribuye especialmente
a Dios Padre.
53. ¿Para qué ha sido creado el mundo? (293-294; 319)
El mundo ha sido creado para gloria de Dios, el cual ha querido
manifestar y comunicar su bondad, verdad y belleza. El fin último de la
Creación es que Dios, en Cristo, pueda ser“todo en todos” (1 Co 15, 28),
para gloria suya y para nuestra felicidad.“Porque la gloria de Dios es el
que el hombre viva, y la vida del hombre es la visión de Dios” (San
Ireneo de Lyon)
54. ¿Cómo ha creado Dios el universo? (295-301; 317-320)
Dios ha creado el universo libremente con sabiduría y amor. El
mundo no es el fruto de una necesidad, de un destino ciego o del azar. Dios
crea “de la nada” (–ex nihilo–: 2 M 7, 28) un mundo ordenado y
bueno, que Él transciende de modo infinito. Dios conserva en el ser el mundo
que ha creado y lo sostiene, dándole la capacidad de actuar y llevándolo a su realización,
por medio de su Hijo y del Espíritu Santo.
55. ¿En qué consiste la Providencia divina? (302-306; 321)
La divina Providencia consiste en las disposiciones con las que
Dios conduce a sus criaturas a la perfección última, a la que Él mismo las ha
llamado. Dios es el autor soberano de su designio. Pero para realizarlo se
sirve también de la cooperación de sus criaturas,
otorgando al mismo tiempo a éstas la dignidad de obrar por sí
mismas, de ser causa unas
de otras.
56. ¿Cómo colabora el hombre con la Providencia
divina? (307-308; 323)
Dios otorga y pide al hombre, respetando su libertad, que colabore
con la Providencia mediante sus acciones, sus oraciones, pero también con sus
sufrimientos, suscitando en el hombre “el querer y el obrar según sus
misericordiosos designios” (Flp 2, 13).
57. Si Dios es todopoderoso y providente ¿por qué
entonces existe el mal? (309-310;
324.400)Al interrogante, tan
doloroso como misterioso, sobre la existencia del mal solamente se puede
dar respuesta desde el conjunto de la fe cristiana. Dios no es, en modo
alguno, ni directa ni indirectamente, la causa del mal. Él
ilumina el misterio del mal en su Hijo Jesucristo, que ha muerto y
ha resucitado para vencer el gran mal moral, que es el pecado de los
hombres y que es la raíz de los restantes males.
58. ¿Por qué Dios permite el mal? (311-314; 324)
La fe nos da la certeza de que Dios no permitiría el mal si no
hiciera salir el bien del mal mismo. Esto Dios lo ha realizado ya
admirablemente con ocasión de la muerte y resurrección de Cristo: en efecto,
del mayor mal moral, la muerte de su Hijo, Dios ha sacado el mayor de los
bienes, la glorificación de Cristo y nuestra redención.
El cielo y la tierra
59. ¿Qué ha creado Dios? (325-327)
La Sagrada Escritura dice: “en el principio creó Dios el cielo y
la tierra” (Gn 1, 1). La Iglesia, en su profesión de fe, proclama que
Dios es el creador de todas las cosas visibles e invisibles: de todos los seres
espirituales y materiales, esto es, de los ángeles y del mundo visible y, en
particular, del hombre.
60. ¿Quiénes son los ángeles? (328-333; 350-351)
Los ángeles son criaturas puramente espirituales, incorpóreas,
invisibles e inmortales; sonseres personales dotados de inteligencia y
voluntad. Los ángeles, contemplando cara a carincesantemente a Dios, lo
glorifican, lo sirven y son sus mensajeros en el cumplimiento de la misión de
salvación para todos los hombres.
61. ¿De qué modo los ángeles están presentes en la
vida de la Iglesia? (334-336; 352)
La Iglesia se une a los ángeles para adorar a Dios, invoca la
asistencia de los ángeles y celebra litúrgicamente la memoria de algunos de
ellos. “Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para
conducirlo a
la vida” (San Basilio Magno)
62. ¿Qué enseña la Sagrada Escritura sobre la
Creación del mundo visible? (337-344)
A través del relato de los “seis días” de la Creación, la Sagrada
Escritura nos da a conocer el valor de todo lo creado y su finalidad de
alabanza a Dios y de servicio al hombre. Todas las cosas deben su propia
existencia a Dios, de quien reciben la propia bondad y perfección, sus leyes y
lugar en el universo.
63. ¿Cuál es el lugar del hombre en la Creación? (343-344; 353)
El hombre es la cumbre de la Creación visible, pues ha sido creado
a imagen y semejanza de Dios.
64. ¿Qué tipo de relación existe entre las cosas
creadas? (342; 354)
Entre todas las criaturas existe una interdependencia y jerarquía,
queridas por Dios. Al mismo tiempo, entre las criaturas existe una unidad y
solidaridad, porque todas ellas tienen el mismo Creador, son por Él amadas y
están ordenadas a su gloria. Respetar las leyes inscritas en la creación y las
relaciones que dimanan de la naturaleza de las cosas es, por lo tanto, un
principio de sabiduría y un fundamento de la moral.
65. ¿Qué relación existe entre la obra de la
Creación y la de la Redención? (345-349)
La obra de la Creación culmina en la obra aún más grande de la
Redención. Con ésta, de hecho, se inicia la nueva Creación, en la cual todo
hallará de nuevo su pleno sentido y cumplimiento.
El hombre
66. ¿En qué sentido el hombre es creado “a imagen
de Dios?” (355-357)
El hombre ha sido creado a imagen de Dios, en el sentido de que es
capaz de conocer y amar libremente a su propio Creador. Es la única criatura
sobre la tierra a la que Dios ama por sí misma, y a la que llama a compartir su
vida divina, en el conocimiento y en el amor. El hombre, en cuanto creado a
imagen de Dios, tiene la dignidad de persona: no es solamente algo, sino
alguien capaz de conocerse, de darse libremente y de entrar en comunión con
Dios y las otras personas.
67. ¿Para qué fin ha creado Dios al hombre? (358-359)
Dios ha creado todo para el hombre, pero el hombre ha sido creado
para conocer, servir y amar a Dios, para ofrecer en este mundo toda la Creación
a Dios en acción de gracias, ypara ser elevado a la vida con Dios en el cielo.
Solamente en el misterio del Verboencarnado encuentra verdadera luz el misterio
del hombre, predestinado a reproducir laimagen del Hijo de Dios hecho hombre,
que es la perfecta “imagen de Dios invisible” (Col
1, 15).
68. ¿Por qué los hombres forman una unidad? (360-361)
Todos los hombres forman la unidad del género humano por el origen
común que les vienede Dios. Además Dios ha creado “de un solo principio, todo
el linaje humano” (Hch 17,26). Finalmente, todos tienen un único
Salvador y todos están llamados a compartir la eterna felicidad de Dios.
69. ¿De qué manera el cuerpo y el alma forman en el
hombre una unidad? (362-365; 382)
La persona humana es, al mismo tiempo, un ser corporal y
espiritual. En el hombre el espíritu y la materia forman una única naturaleza.
Esta unidad es tan profunda que, graciasal principio espiritual, que es el
alma, el cuerpo, que es material, se hace humano yviviente, y participa de la
dignidad de la imagen de Dios.
70. ¿Quién da el alma al hombre? (366-368; 382)
El alma espiritual no viene de los progenitores, sino que es
creada directamente por Dios, y es inmortal. Al separarse del cuerpo en el
momento de la muerte, no perece; se unirá de nuevo al cuerpo en el momento de
la resurrección final.
71. ¿Qué relación ha establecido Dios entre el
hombre y la mujer? (369-373; 383)
El hombre y la mujer han sido creados por Dios con igual dignidad
en cuanto personas humanas y, al mismo tiempo, con una recíproca
complementariedad en cuanto varón y mujer. Dios los ha querido el uno para el
otro, para una comunión de personas. Juntos están también llamados a transmitir
la vida humana, formando en el matrimonio “una sola carne” (Gn 2, 24), y
a dominar la tierra como “administradores” de Dios.
72. ¿Cuál era la condición original del hombre
según el designio de Dios? (374-379;
384)
Al crear al hombre y a la mujer, Dios les había dado una especial
participación de la vidadivina, en un estado de santidad y justicia. En este
proyecto de Dios, el hombre no habríadebido sufrir ni morir. Igualmente reinaba
en el hombre una armonía perfecta consigo mismo, con el Creador, entre hombre y
mujer, así como entre la primera pareja humana y toda la Creación.
La caída
73. ¿Cómo se comprende la realidad del pecado? (385-389)
En la historia del hombre está presente el pecado. Esta realidad se
esclarece plenamente
sólo a la luz de la divina Revelación y, sobre todo, a la luz de
Cristo, el Salvador de todos,
que ha hecho que la gracia sobreabunde allí donde había abundado
el pecado.
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